Capitulo L

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Asher

— Viajamos por horas, no dormimos, tampoco comimos, y todo ¡Por una maldita fuga de agua! —truena Marcos subiendo a la camioneta—. ¡Se los dije! ¡Rabioso podía encargarse!

Voy a matar a estos hijos de puta, me hicieron perder mi tiempo en una estupidez.

Razón de muerte: Fuga en empresa de lavado de dinero.

Tengo sueño, estoy harto, tengo hambre y el que me hicieran perder mi tiempo, es el colmo.

Dios, la vida me odia.

— Deja de quejarte —alega Emiliana somnolienta cerrando las puertas y comenzando nuestro recorrido nuevamente al hotel, ella maneja. Mañana viajaremos para Monterrey, y luego llamaré a Leila para que salga a buscarnos, ya que no se como llegar a la dichosa hacienda.

Era lo único que lograba que no estallara contra los imbéciles que acababa de dejar.

— Dos horas de mi vida, pérdidas —murmura Javier recostado la cabeza en la ventanilla. Todos estábamos cansados, no dormíamos bien, no comíamos bien, y el ambiente se mantenía tenso.

No podemos irnos a Inglaterra porque resulta que están custodiando los alrededores, esperando a nuestra llegada.

Hijos de puta.

— Encima, se nos ocurre venir de madrugada —se queja Vanessa—. ¿No podíamos esperar a que amaneciera al menos? ¡Son las cinco de la mañana!

— Es que somos imbéciles —contesta Megan somnolienta—. Emiliana, como se te ocurra dormirte y provocarnos un accidente, te mato.

Emiliana se había ofrecido para ser la piloto, ya que no tenía tanto sueño como los demás, pero aún así estaba cansada.

Todos lo estábamos.

El trayecto hacia el hotel era cercano, pero cuando unos ingenieros nos detuvieron ya que estaban arreglando la carretera, supe que no llegaríamos rápido—. ¿Qué dicen esos imbéciles? —pregunta Emilio tajante.

— Me están desviando, ese camino está tapado —murmura Emiliana cansada. Ninguno estaba prestando demasiada atención al camino.

— ¿Cuál es el otro camino? —pregunta Julio desde los asientos traseros.

— Por el bosque.. Así me indica el GPS —comenta Emiliana, tomando el nuevo trayecto.

Lo mejor era dormir un poco, tardaríamos más de lo usual por lo visto.

Trato de cerrar los ojos, como todos mis hermanos han hecho, pero extrañamente no logro hacerlo. Bueno, tampoco es que pueda dormir mucho sin Leila, volvemos al infierno llamado insomnio.

Las casas y las luces comienzan a ser escasas siendo reemplazadas por el oscuro bosque. No había una sola luz más que la de nuestra camioneta. Las copas de los árboles ocultan la luna llena, todo está desolado, ni una sola alma, es tenebroso para aquel que se caga en los pantalones fácilmente.

Por suerte Julio y Valentina están dormidos.

El frio comienza a hacerse presente obligando a Emiliana a encender la calefacción, sus ojos se cierran cada dos segundos y me preocupa el echo de que pueda quedarse dormida, aunque yo tampoco soy apto para manejar en este momento.

El chirrido de las llantas contra la tierra me tensa por completo, cuando seis camionetas nos rodean obligando a Emiliana detenerse abruptamente despertando a los demás.

Un dulce peligroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora