☣CAPÍTULO 13☣

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         Pasamos un par de días en casa de Dale. Conforme nos acoplamos al lugar, las cosas parecieron ser más sencillas para todos.

         Una tarde, mientras bañamos a los cachorros en el enorme jardín, contemplo a Dale juguetear con Mila. Parecen realmente cercanos. Sonrío cuando él la llama por su nombre y ella corre de vuelta.

         —Dale, ¿por qué no le has puesto nombre a los cachorros? —cuestiono mientras enjuago el lomo de uno de ellos.

         —Creo que no sé poner nombres —responde mientras se cubre del agua que salpica Mila al sacudirse—. Mi hermana era buena en eso, yo no. Lo he pensado, pero no se me ocurre nada bueno.

         —Puede que cuando crezcan un poco sus personalidades te ayuden a pensar en algo —reflexiono, mirando entre mis manos a la pequeña bola de pelo que tirita de frío.

         Termino de enjuagarlo y lo enrollo en una mantita, colocándolo junto a sus hermanos, que dormitan bajo el sol.

         —Tal vez. —Él le pasa una toalla grande por el lomo a Mila, que se retuerce con fuerza—. En el peor de los casos los llamaré chucho uno, dos, tres, cuatro y cinco.

         Me rio a carcajadas.

         —No puedes hacer eso. —Lo miro con recelo, pero él se encoje de hombros, divertido. Sonrío mientras lo contemplo. Dale resultó ser un chico jovial; me alegra haberlo conocido. Cuando me devuelve la mirada me atrevo a preguntar lo que estoy pensando—. ¿Qué pasó con tu familia, Dale?

         Temo ser imprudente, pero en realidad él no parece muy afectado.

         —No lo sé —admite—. Cuando todo el caos inició yo estaba solo en casa. Con los domésticos, quiero decir. Mis padres estaban de viaje y mi hermana vivía en Europa. Nunca volví a saber de ellos, pero tampoco solía saber mucho de ellos, así que... —Se encoje de hombros para terminar la frase.

         Me quedo en silencio, momentáneamente turbada. Me sabe mal que un chico tan joven tuviera que acostumbrarse a la ausencia de su familia. Parece que el dinero no puede comprarlo todo. Aun así, Dale no parece darle mucha importancia. Empiezo a entender mejor su apego a Mila y los perros. Ella ha sido su compañía más leal.

         —¿Eso quiere decir que nunca te prepararon comida casera? —pregunto mientras me seco la ropa.

         —Oh, sí. Mi nana sabía hacer muchas cosas —responde—, pero desde que murió junto a los demás sólo he comido conservas y porquerías.

         —¿Y tienes ingredientes para hacer comida en casa? —me intereso.

         —Pues, sí. —Se encoge de hombros—. Lo básico, creo. ¿Por qué?

HOSPEDANTES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora