☣CAPÍTULO 27☣

32 2 0
                                    

❖

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



         —Sígueme. —Glenn se pone de pie, apartándose de nuestra zona de descanso—. ¿Tienes aún tu navaja?

         La extraigo de mi bota antes de ir detrás de él.

         —Siempre la llevo conmigo.

         —Bien. —Se detiene y me mira con una sonrisa ladeada.

         Me siento confundida ante su vacilación, pero de un momento a otro me toma de la muñeca y, girándome con facilidad, rodea mi cuello con su brazo y me aprisiona contra su ancho pecho. Por un instante me quedo atónita.

         —Defiéndete. —Su tono susurrante me hace estremecer.

         —¿Qué? —balbuceo.

         —Defiéndete —alza un poco más la voz—. Suéltate de mí.

         —¿Cómo? —atino a preguntar.

         —Tienes un cuchillo y tus puños. Apáñate.

         —No sé cómo.

         —¿Qué harías si fuese un agresor? —Se inclina sobre mi hombro, con tono amenazante—. Vamos. Inténtalo todo, menos rendirte. Quiero ver cómo te defiendes.

         Tratando de reponerme, utilizo mis piernas para escapar y consigo girar con un movimiento rápido, liberando mi cuello, aunque mi brazo sigue apresado. Es evidente que no me hará daño, pero temo instintivamente al sentir la fuerza abrumadora que posee. Con un movimiento podría quebrarme tres huesos si quisiera.

         Él trata de alcanzarme de nuevo, pero consigo esquivar su otra mano y dirijo mi navaja hacia su cuello. Sin embargo, su brazo empuja el mío y en dos movimientos me acorrala contra un árbol. Su brazo vuelve a aprisionar mi cuello, pero logro mantener libre la mano que empuña la navaja y la punta afilada termina sobre su esternón. Terminamos frente a frente, estáticos y agitados. Su cabello oscuro cae en mechones sombríos sobre su rostro y su expresión severa denota superioridad. Pero entonces, cuando cae en la cuenta de mi logro, levanta una ceja. Yo ahogo una risa sofocada.

         —No está mal —exclama—, pero te falta mucho por aprender.

         Afilo la mirada con reticencia.

         —Tengo la punta de una navaja sobre tu pecho —siseo, bastante orgullosa.

         —Pero no la fuerza para clavarla —replica—. No antes de que yo pueda someterte.

         —Estás alardeando. —Arrugo la nariz.

         En respuesta su mano atrapa la mía, presionando con más fuerza la navaja sobre la tela de su camiseta. Mi corazón se acelera con la simple idea de poder hacerle verdadero daño. Quiero apartar mi mano, pero él me lo impide.

HOSPEDANTES ©Where stories live. Discover now