☣CAPÍTULO 25☣

36 1 0
                                    

❖

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



         Durante la tarde nos reunimos detrás de la cafetería frente a un amplio altar de rosas que Lottie y yo armamos con esmero. Cada uno nos acercamos dando un paso al frente y arrojamos otra flor más encima.

         Cuando Dale da un paso al frente toma aire y remueve sus manos, nervioso.

         —Bernard era un hombre justo —pronuncia inseguro— y benévolo. Sé que no lo conocí lo suficiente, pero, ya saben, era cálido. Sabía muchas cosas y siempre estaba dispuesto a compartirlas y, sobre todo, a ayudar a los demás y pensar siempre por el grupo en vez de por sí mismo. —Mira a Lottie de reojo, sonrojado—. Y, además, era entregado a su familia, a Elliot y a ti. —Lottie le sonríe con nostalgia, agradeciéndole con la mirada—. Creo, sinceramente, que era un hombre especial, valioso y con un gran corazón. Por mi parte, siempre estará en mis recuerdos.

         Dale vuelve hacia atrás, tenso. Me mira con cierta incertidumbre, no muy convencido de haber hecho lo correcto, pero en respuesta yo le sonrío y me atrevo a avanzar igual que él, depositando otra rosa sobre el altar.

         —Yo tampoco le conocí profundamente, pero sé que me hubiera gustado hacerlo —comienzo a hablar, sintiéndome de pronto de la misma forma que Dale, inhibida y un poco torpe, temiendo lastimar a Lottie en vez de ayudarla, pero sé que no puedo echarme para atrás y que debo intentarlo por ella—. Bernard tenía algo que pocas personas en este mundo tienen la dicha de poseer: una razón para luchar, para avanzar y para darlo todo. Sé que alguien que está dispuesto a darlo todo por quien ama es... —me trago el nudo en la garganta que se me forma— un ser invaluable. —Pienso inevitablemente en mi familia, en la forma en la que los abandoné, y él dolor me corroe por dentro. Me esfuerzo por dejar de divagar—. Tal vez no esté con nosotros, pero sin duda se ha quedado en nuestros corazones y de esa forma siempre nos acompañará, hasta el final.

         Retrocedo de vuelta y respiro con pesar. Las emociones se revuelven en mi interior. Pasado el nerviosismo un cierto consuelo me reconforta al haber dicho esas palabras.

         Al final me acerco a Glenn, que está cruzado de brazos, indiferente, y lo codeo. Él me mira con el ceño fruncido y yo le hago una señal para que avance. Niega con la cabeza, pero le insto con tal autoridad que al final resopla y se adelanta con desgano para depositar su rosa.

         Se mueve incómodo, buscando algo que decir, y al final se encoge de hombros, fastidiado.

         —Era un tipo valiente —masculla a regañadientes—, fuerte y entregado.

         Se encoge de hombros y se gira, pero al recibir mi mirada inquisidora suspira y se pasa la mano por el pelo, nervioso. Mira hacia el altar en silencio y tras otros largos segundos se le ocurre por fin algo que decir.

HOSPEDANTES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora