☣CAPÍTULO 37☣

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         Tengo que contener a Mila para que no salga corriendo. Mientras tanto, la imagen de mis amigos a merced de esos asesinos me eriza la piel. Los cañones apuntan a sus cabezas, dejando a Glenn en el olvido, aunque la amenaza indirecta es hacia él.

         —Maldito cobarde —expresa mi acompañante con profundo rencor—. No eres capaz de enfrentarme por ti mismo, ¿eh?

         —No he venido a hacer una demostración de hombría. —Se gira con parsimonia y apunta su propia arma a la cabeza de Lottie—. Lo que quiero es que des la cara.

         —Me tienes enfrente —gruñe—. ¿Por qué apuntas a una humana en vez de a mí?

         —Ya te lo dije. No voy a arriesgarme a que vuelvas a salir huyendo. No puedo matarte, pero a ellos sí. —Tira del seguro, amenazante—. Si quieres que tus estúpidos humanos sigan vivos vas a tener que escucharme.

         El llanto ahogado de Lottie me hiela la sangre. Elliot se mantiene dormido entre sus brazos, tan inmóvil que me resulta preocupante.

         —Tienes toda mi atención. —Glenn levanta los brazos, extendiendo las palmas con ademán soez.

         —Quiero que hablemos. Y quiero que hagas caso a lo que te diga por una maldita vez.

         Glenn suelta una risa ahogada.

         —¿Eso es todo? —se burla—. ¿Este numerito es sólo para venir a hablar conmigo?

         —Borra esa sonrisa de la cara y agradece que he llegado antes que Goran.

         —Sí, claro. Todos ustedes son la misma mierda.

         —No creo que pienses lo mismo cuando sepas lo que Yatlax planea hacer contigo.

         —Ese bastardo puede venir y comerme la...

         —Y —enfatiza— lo que quiere hacer con Jia.

         Glenn abre la boca, pero de sus labios sólo emana una exhalación hastiada. Observa a los verdugos con una mirada de hielo y provoca que un par de ellos trague saliva con dificultad. Los segundos me parecen eternos hasta que él resuelve desenfundar su arma y girarse hacia mí. El tipo que apunta a Lottie se tensa, indeciso entre mantener su amenaza o ceder. Cuando Glenn llega a mi lado coloca la empuñadura entre mis manos.

         —Si alguno de ellos intenta acercarse más de la cuenta, dispara.

         —No. ¡Glenn, no te vayas, por favor! —susurro con nerviosismo.

         —Hey, escúchame —trata de calmarme, inclinándose frente a mí—. Necesito que cuides de ellos. Te necesito valiente, ¿de acuerdo?

         Muy a mi pesar asiento lentamente, tomando con renuencia el arma. Glenn se vuelve hacia los intrusos y camina con firmeza hasta ellos.

HOSPEDANTES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora