☣CAPÍTULO 34☣

17 3 0
                                    

❖

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.



         Renunciar a la vida de alguien que quieres por la propia vida es una de esas cosas que hacen sentir que el alma y el corazón se te oscurecen un poco más.

         Dejar morir a alguien para no morir. Supervivencia básica. Pero los humanos podemos ser más complicados que eso. Tenemos la mala costumbre de querer algo más que sólo sobrevivir. Queremos vivir y, con ello, sentir. Ser felices. Luchar. Ir hacia delante. Aprender. Disfrutar. Amar.

         Demasiadas exigencias para los tiempos que corren. Y aun así podemos llegar a ser más emocionales que racionales algunas veces.

         Por eso no me sorprende haber decidido quedarme y enfrentar a los andantes que se me lanzan famélicos para defender una frágil vida canina. Lo que me sorprende, en realidad, es que Glenn también se haya quedado.

         Mirando sobre mi hombro puedo distinguir su silueta encorvada sobre Mila, con la espalda tensa y su entera atención puesta en ella. Al verle sé que debo dar mi mejor esfuerzo igual que él, pero conforme las bestias se aproximan en grupo yo voy perdiendo terreno, viéndome obligada a retroceder para acapararlos cada vez con más dificultad.

         —Glenn —pronuncio un par de veces su nombre, sabiendo que no debo, que puedo distraerlo y ponerlo más nervioso y con ello perjudicar a Mila.

         Pero me gana el miedo que acrecienta cada vez que debo dar un paso atrás. Sería mucho más fácil si supiera usar con precisión el subfusil.

         He derribado casi una docena, pero tengo la impresión de que se multiplican como cabezas de Hydra. Me mantengo con estoicismo, concentrándome en no perder por completo la calma, apuntando y disparando, uno a uno sin parar, al menos hasta que el cargador queda vacío. Entonces mi corazón da un vuelco.

         Busco el arma corta, pero antes de que pueda levantarla un errante se adelanta y me ataca de frente. Le detengo con las manos dejando caer el arma, pero me acorrala contra un auto.

         —¡Glenn! —grito aterrada.

         —¡Maldita sea! —gruñe con impotencia, levantándose de golpe.

         Su rapidez me deja turbada cuando lo veo girarse y estampar su puño en la cara de mi atacante. Éste cae y Glenn le aplasta la cabeza de una pisada mientras avanza decidido hacia el auto donde se encuentran sus cosas, abriéndose paso a disparos. Extrae el bardiche y con furia se vuelve hacia los andantes dejando caer todo el peso de su arma sobre cuerpos pútridos que cercena y acribilla a la par.

         Una carnicería en toda regla. Me gustaría sentirme aliviada y protegida, pero verlo en ese estado, vehemente de rabia, me hace sentir un repentino temor y desconcierto. Me encojo contra el auto a mis espaldas alejándome lo más que puedo de los monstruos y de él, que en ese momento luce más monstruoso que ellos.

HOSPEDANTES ©Where stories live. Discover now