☣CAPÍTULO 33☣

19 3 0
                                    

❖

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



         Estaba dispuesta a morir allí mismo, entregar mi vida para ser asesinada de la forma más cruel que pudiera imaginarme. Y no sé por qué.

         Si soy completamente honesta, la desesperación me había colmado al punto de hacerme perder la cordura. No es que de pronto tuviese un espíritu heroico, es que más bien no soporto la presión emocional de esperar pacientemente a que la muerte venga por mí.

         Cuando pasé tiempo sola, después de perder a mi familia y antes de creer que había sido mordida, llegué a pensar que lo peor de esta vida no es la muerte ni la no-muerte, sino la consciencia humana de que algún día llegará, nos tomará por sorpresa y será absolutamente ineludible. Si a eso se le suma saber que se está a un paso de ella y ya no hay vuelta atrás, la espera se convierte en una tortura lastimera.

         Es por eso que corrí al encuentro con mi prometido fin, negándome a seguir esperándolo en quietud. Si hay algo que no podría hacer mientras espero la muerte es mantener la calma. Prefiero chocar contra ella en una convergencia tempestuosa que genere un final caótico pero efímero.

         Sin embargo, al encontrarme de pie frente a la puerta del edificio y extender mis brazos en una exposición teatral de mi rendición, me encuentro súbitamente con la calma absoluta. Levanto la mirada y contemplo el exterior completamente solitario. Entonces el sonido de un motor encenderse me hace girar hacia el fondo del enrejado, donde observo aparecer una hilera de autos marchándose desde la parte externa.

         Frunzo el ceño, estática en mi lugar, pero antes de que los autos se aproximen lo suficiente siento una mano ceñirse a mi muñeca y tirar de mí hacia el interior del edificio. Mi espalda choca contra la pared y el cuerpo de Glenn me cubre por completo. Afuera los autos pasan de largo y una vez que se alejan él se aparta de nuevo, asomándose con cautela. Me quedo un instante inmóvil, intentando comprender la implicación de lo que acaba de suceder.

         Ellos se han ido. Nuestro guarda se marchó sin que lo escucháramos, mientras estábamos inmersos en la discusión. Toda esa disputa y mi decisión no han valido de nada. No hacían falta, simplemente teníamos que esperar un poco más. Pero no puedo evitar estremecerme al pensar en lo cerca que he estado de condenarme a mí misma.

         Al mirar mis manos noto un ligero temblor. Ahora es cuando comienzo a sentir los estragos del miedo que he vivido. Me abrazo a mí misma antes salir detrás de Glenn, quien observa a los coches alejarse en dirección a la colina.

         —¿Se marchan? —pregunto incrédula—. Creí que sabían que estábamos aquí. No se irían si supieran que nos tenían acorralados.

         —A menos que crean que ya no lo estamos... —pronuncia con tono pensativo, con la mirada clavada al frente, sólo para girarse hacia mí después de unos segundos con el ceño fruncido y una expresión preocupada—. ¿Dónde está Lottie?

HOSPEDANTES ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora