☣CAPÍTULO 42☣

22 1 1
                                    

❖

Ops! Esta imagem não segue as nossas directrizes de conteúdo. Para continuares a publicar, por favor, remova-a ou carrega uma imagem diferente.



         Yatlax es un hombre grande y de aspecto agresivo. A pesar de su edad se mantiene bastante fuerte. Lleva los brazos tatuados y las cicatrices en su rostro recuerdan a un matón. Tal vez haya sido mercenario o sicario en su vida anterior.

         Todas estas contemplaciones puedo hacerlas porque, de hecho, estoy frente a él.

         Estamos de pie a un acople de distancia, con el miedo reflejado en mis ojos y la sorpresa en los suyos.

         Después del disparo que resonó al fondo del tren tuve pocos segundos para adelantarme hasta los primeros vagones antes de que él pudiera prever cualquier ataque. De modo que lo he tomado desprevenido, con el martillo como única defensa.

         Mis manos siguen temblando por la imagen que se repite en bucle en mi mente.

         Sus ojos avellana.

         Su miedo petrificado.

         Su rostro atravesado por un río de sangre.

         La visión me da vueltas y apenas puedo articular palabras. Nada de esto es tan fácil como imaginé.

         —¿Estás sorda? —la voz gutural de Yatlax me devuelve a la realidad—. ¿O acaso... te estás convirtiendo?

         Avanza hacia mí con recelo. Yo aspiro profundamente para intentar recuperar el aire.

         —No —digo con voz quebrada.

         —¿Quién eres? —me gruñe.

         —Meryl.

         Aunque no puedo verlo, soy consciente del movimiento súbito de las cadenas dentro del primer vagón a espaldas de Yatlax. Glenn debe estar escuchando todo.

         —¿Qué estás haciendo aquí, Meryl? —el tono afable que utiliza me eriza la piel. Ahora sé de dónde lo aprendió Goran.

         Consigo coraje y levanto la pistola para apuntarle sin rodeos.

         —Libéralo —trato de evitar que se quiebre mi voz de nuevo.

         Él me observa con fascinación y curiosidad. Avanza ladeando ligeramente una sonrisa.

         —¿Te refieres a Hunter?, ¿viniste por él? —Su proximidad me hace retroceder—. ¿Eres su salvadora, acaso?

         Sé que tengo que actuar rápido, pero mi estado me lo impide. Logro quitar el seguro del arma, con la esperanza de amedrentarlo, pero en vez de eso su reacción me toma por sorpresa. En tres segundos me arrebata el arma y me tumba al suelo de un empujón. Quedo desorientada y alterada por el giro repentino de la situación.

HOSPEDANTES ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora