XXXV - La huella del destierro

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Más tarde, Sappheiros logró recuperar el control de su poder, sin embargo, al estar exhausto, se quedó dormido, sus vasallos lo llevaron al sitio donde ya habían dispuesto un campamento, en las afueras de la sierra de La Redención, a varios «cu» d...

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Más tarde, Sappheiros logró recuperar el control de su poder, sin embargo, al estar exhausto, se quedó dormido, sus vasallos lo llevaron al sitio donde ya habían dispuesto un campamento, en las afueras de la sierra de La Redención, a varios «cu» de distancia del pie de la montaña que bajaron, Zircon le encargó a su hermano mantenerlo en observación, mientras él se asegura que todos los que ayudaron recuperen su energía, ofreciendo lo que tienen para acomodarse.

Rufo se ha quedado a cargo de Iris, quien despertó al poco tiempo de haber perdido el conocimiento y ahora se encuentra sentada al lado de él, comiendo.

—¿Cómo te sientes?

—Solo me dio mucha hambre.

—Eso es porque gastaste demasiada energía y no estás acostumbrada.

—Eso explica porque me alimentan constantemente desde que supieron de mi poder, no había notado que me daba más hambre de lo normal, creí que era el agotamiento físico, no ha sido poco.

—Debo decir que tu magia es interesante.

 —La he aprendido a usar mejor gracias a ellos, Sappheiros quedó en esa condición porque me salvó, me estaban enseñando a volar y no pude hacerlo bien, por lo que caí.

—Ah, eso fue por mi culpa —interviene Zircon, sentándose frente a ellos—, fui descuidado y la mejor opción para que no se hiriera fue la que tomó mi líder.

—Pero con lo que tienen aquí es suficiente para casi cualquier emergencia. Tal como pensé, están bastante equipados para ser un grupo tan discreto —espeta.

—Hemos vivido sin un hogar fijo desde hace 11 años, bastante tiempo para adaptarnos... puedes decir que hemos hecho de todos los sitios hostiles parte de nuestro hogar, ya que recorremos todo lo que está fuera de los territorios de los clanes, aquellos asignados a las demás creaturas —explica, ignorando la hostilidad de Rufo.

—Ajá, no mencionas todo lo que se roban de los clanes.

—No lo negaré, aun así, la mayoría son cosas que habían sido robadas por otros.

—Eso no lo hace mejor.

—Es verdad, igual tenemos cosas conservadas por muchos años y no robamos, salvo que sea muy necesario, nos hemos movido de forma que podamos generar intercambios sin levantar sospechas, no dañamos a gente honrada, también obtenemos nuestra comida de las tierras, así que no somos un perjuicio para ningún clan.

—¿Así se justifican?

—Y nunca negamos ayudar a otros o compartir lo que tenemos, pero no espero que lo creas. Tampoco somos mal agradecidos y es por eso que interrumpí su conversación, pero me he salido del tema. De verdad agradezco su ayuda, sin ustedes, él no estaría más con nosotros.

—No sería una gran pérdida... —desvía la mirada incómodo.

—Para nosotros, él es todo.

AngelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora