XLIII - Alegría inesperada

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Mientras tanto Iris permanece en el campamento sentada en una roca moviendo las manos de forma ansiosa, lo que llama la atención de Lea que antes vió a los muchachos partir a toda prisa

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Mientras tanto Iris permanece en el campamento sentada en una roca moviendo las manos de forma ansiosa, lo que llama la atención de Lea que antes vió a los muchachos partir a toda prisa. Se acerca y se anuncia con un saludo. La joven voltea pero su mirada parecía perdida, sus nervios estaban tomando lo mejor de ella.

—Debes respirar o colapsarás —dice colocando su mano en el hombro de Iris.

El gesto causa que levante los hombros levemente por el susto y su mirada por fin se enfoca en el rostro de la mujer que pareciera recordarle que tiene que respirar, ni siquiera escuchó lo que dijo, fue el tacto que la hizo reaccionar y comenzar a jadear.

—L-Lea, no me di cuenta que estabas aquí ¿qué pasa?

—Eso iba a preguntar, estás demasiado inquieta ¿a dónde fueron esos dos?

—No lo sé... Sappheiros dijo que dejara que hable con Ángel pues estaba algo alterado y lo siguió.

—Eso explica tu estado, ¿estás preocupada de que le haga algo?

La muchacha mueve la cabeza de lado a lado en señal negativa.

—Él prometió que solo conversaría con él. Ambos son bastante testarudos, pero por la situación, temo más la reacción de Ángel.

—¿Crees entonces que puede dañar a Sappheiros?, eso es inesperado.

—Solo deseo que puedan tratarse como lo que son, hermanos.

Lea se sienta al lado de la joven y mira hacia el cielo.

—Ha pasado poco tiempo desde que me separé del grupo pero puedo decir que muchas cosas cambiaron y me tomaron por sorpresa. Además de la relación consanguínea que tienen esos dos; el ambiente del grupo y la actitud entre ellos y tú se volvió informal, me atrevo a decir que amigable. ¿De donde podría imaginar que alguien de Rubí se nos unera? Lo mejor de todo es que nunca había visto a Sappheiros así tan decidido por hacer algo, ni siquiera ese plan que tiene desde hace años; siempre vi duda en su mirar. Ahora que regresé, noté que cambió, es como si lo liberaran de sus ataduras; está seguro de lo que quiere hacer y sus acciones van acorde.

—Me alegra que se vea algo bueno en todo esto, él definitivamente necesita ver a su alrededor y creo que tú puedes ayudar con eso Lea.

—¿De qué hablas? es tu presencia lo que hizo posible todo lo que dije, yo no puedo hacer nada por él más que estar a su lado y hacer lo que me pida.

—Quizá ayudé a que su corazón se abriera, pero está muy lastimado y me preocupa que piense en que tiene que recibir más dolor. Solo alguien que no vivió el mismo suceso con él o esté ligado de forma dolorosa a su pasado puede tener una perspectiva que le ayude a sanar y buscar la vida.

—Tu forma de hablar no parece la de la misma niña asustada de hace unos instantes o la que dejé atrás hace unos días...

—Lea, en serio siento que puedes ayudarlo a aferrarse a la vida —dice mientras coloca sus manos sobre las de la mujer y la mira fijamente con sus ojos brillando—, tus sentimientos son importantes...

AngelineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora