| Capítulo 04 |

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El resto de la semana ocurrió sin contratiempos. El viernes por la noche, a eso de las ocho y media, fue a cenar —y a festejar— con Mickey a Mc'Donalds. El chiquillo se divirtió en los juegos junto con dos de sus compañeros del colegio, a los que había arrastrado a acompañarlo.

El sábado y el domingo la pasaron viendo películas de dibujos animados con Estela. Miranda intentó localizar a Leandro para informarle sobre el partido de béisbol del lunes, pero tuvo que tragarse una bola de rabia cuando le dijeron que se encontraba en otra ciudad por una junta de negocios y que llegaría en un par de días.

Le dio la noticia a Miguel, quien solamente hizo una mueca y siguió jugando videojuegos como si no le afectara, pero muy en el fondo ella sabía que le dolía. Y no tenía idea de qué hacer para enmendar esas heridas.

El lunes llegó a la empresa a la misma hora de siempre, afortunadamente, Isidora estaba esperándola. Le leyó la agenda de la semana. Unas cuantas juntas, casi nada importante.

Después de la pequeña reunión con el señor Donnelle en el restaurante de mariscos, estaba convencida de que solo podía seguir un camino: mantenerlo lejos por el bien de todos. Era lo mejor, no quería un picaflor oliéndole el trasero y aplicando sus artimañas. No, no, no, ya tenía suficiente.

No salió para nada de la oficina, ni siquiera para comer, se encerró en su mundo de negocios haciendo llamadas. Se enteró que la producción de algunas líneas en Baja California estaba parada debido a un problema con las uvas.

—¿Cómo pasó? —le preguntó al director general de la planta con el ceño fruncido.

—Todas las uvas llegaron en perfecto estado, los empaques venían sellados, pero estaban repletas de bichos, algunas cajas desaparecieron del almacén —dijo. Germán era muy tenaz, un hombre de negocios que había trabajado junto a su padre, pues fue su mentor mientras vivía. Prácticamente crecieron juntos desde la adolescencia y estaba perdido por su hermana, así que su tono preocupado no le gustó mucho, algo andaba mal.

—Pero en los viñedos no hay plagas, les llamé la semana pasada y el producto te lo llevaron antes.

—Exactamente.

—¿Me estás diciendo que alguien las echó a perder? —cuestionó, atónita.

— No sabemos cómo, ya estamos investigando en los viñedos y con el transporte, vamos a revisar las cámaras de seguridad, en cuanto tenga noticias te llamo.

Meditó sus palabras y terminó afirmando con un sonido nasal. Terminó la llamada, pero la tranquilidad no volvió, se quedó pensativa todo el rato, no le gustaba nada lo que estaba pasando.



Dalilah nunca faltaba a los juegos de su sobrino, era más puntual que el reloj, siempre aparecía en la casa con la gorra del equipo de Mickey y una banderita pintada en su mejilla. Miranda se lo agradecía porque al menos tenía el apoyo de ellas.

Sedúceme despacio © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora