Miranda deberá enfrentarse al asesino de su padre para proteger a su familia y a su empresa, en medio de una guerra de secretos, ella descubrirá el amor y el placer junto a un hombre misterioso.
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Miranda Pemberton tuvo que encargarse de la emp...
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A mitad de junio tuvieron que partir a la hacienda, la verdad es que los preparativos para salir de viaje no le entusiasmaban en absoluto. Tuvo que ir personalmente a la escuela de Mickey para informar que se ausentaría algunas semanas, por lo tanto no podría regresar antes de vacaciones, así que tuvieron que aplicarle los exámenes finales. La directora le hizo mala cara pues cada año sucedía lo mismo, pero jamás enfrentaría a la señora Pemberton.
Llamó a la hacienda, Tristán y Guillermina, el ama de llaves, le aseguraron que todo estaría listo para cuando Dalilah, Mickey, Isidora, Estela y Jayden llegaran.
Ensenada, Baja California, le traía buenos recuerdos; era como consumir una copa de vino de edición especial. Mientras la camioneta todo terreno los llevaba por el camino, levando la tierra conforme caminaba, no pudo evitar recordar cuando era pequeña y salía a correr por los viñedos durante la vendimia. La pisca se había convertido en su festividad favorita, amaba jugar entre los arbolillos y ayudar a los vendimiadores a cortar los ramilletes de uvas y arrojarlos a sus canastos, después acompañaría a su padre al pueblo para ir a la feria.
La temporada de la cosecha estaba a punto de comenzar, después de esperar los frutos ya estaba regordetes y jugosos, listos para ser llevados a la bodega para iniciar la producción del vino.
Los campesinos ya estaban en las casas especiales para ellos cerca de las caballerizas, iban y venían cada año, Mandy conocía a la mayoría pues siempre regresaban, algunos otros se quedaban en la hacienda bajo el mando de Tristán, lo ayudaban a mantener los viñedos.
Miguel iba a su lado admirando el paisaje pegado a la ventana, a su otro costado iba Estela. Su hermana, Isidora y Jayden estaban en otro vehículo.
Dejaron atrás los sembradíos, diez minutos después pudo divisar la extensa barda de piedra y los guardias de seguridad en los portones, los cuales comenzaron a abrirse en cuanto se dieron cuenta de que las camionetas se acercaban.
A su alrededor había arboledas, su padre había amado ir con su madre a recolectar manzanas y duraznos, Dalilah adoraba perderse entre los árboles y relajarse leyendo un buen libro. Mandy solo amaba mirar las altas copas verdes y frondosas.
