| Capítulo 27 |

150K 12K 1.5K
                                    

* * *

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

* * *


Había terminado de darle la sopa de pollo a Miranda cuando tocaron la puerta, se sorprendió muchísimo al ver a la ex esposa de Flaubert ahí, no solo ella, también la acompañaban sus hijas. Por un momento le dio miedo que Mandy se alterara por tal visión, por lo que se puso en medio para protegerla.

—Está bien, Jay, Isela y yo hablamos hace tiempo. —La miró con las cejas adheridas a la frente, ¿lo había hecho?—. Cuando te fuiste, ella fue la que me abrió los ojos, por eso te fui a buscar a tu departamento.

Le respondió la pregunta a pesar de que no la había formulado, se relajó, aunque no se sentía cómodo al tener a esa mujer ahí, mucho menos a sus medias hermanas, quienes lo miraban con curiosidad. Las dos eran rubias, muy parecidas a Isela, calculó que la más grande tenía unos veintitantos y la otra era una adolescente. No es que fueran malas personas, sin embargo, él había sido el hijo de una relación extramarital, no sabía cómo comportarse.

—Me da gusto que ya estés mejor, Miranda, tu hermana me mantuvo informada, así que decidí venir ahora que sé que ustedes se encuentran bien y no soy inoportuna —dijo la señora.

—Claro, ¿qué necesita? —cuestionó la morena.

—En realidad es con Jayden con quien vengo. —La miró, atónito, ¿por qué quería hablar con él? Dio un asentimiento cuando Isela lo miró—. No quiero sonar cruel, pero siento la necesidad de darte las gracias porque al fin somos libres, no tienes idea de la suerte que tuviste al crecer lejos con Ariadna, si él te hubiera reconocido habría hecho de ti una copia exacta. Necesito que sepas que no te tengo rencor, tampoco a tu madre, de haber sabido que la había abandonado embarazada yo le habría dado el dinero que necesitaba. También vengo porque, como ya lo sabes, se suicidó y el abogado me dijo que tienes que estar presente cuando se abra el testamento.

—Y-yo... no me pienso mover de aquí, lo siento.

—Lo sé, hablé con el abogado y aceptó venir aquí, está afuera por si aceptas, no podemos abrirlo si no estás.

Se quedó pasmado, tenso, la verdad no tenía ganas de involucrarse en eso, ¿cómo podía decírselo si Isela había sido muy amable con él? Sintió la mano de Miranda apretando su hombro, le dio un apretón para reconfortarlo, respiró profundo y asintió. La muchacha mayor se asomó en el exterior de la habitación y le habló a alguien, un hombre canoso entró llevando un maletín.

El hombre era demasiado recto, pero sonrió hacia las mujeres que ya conocía y le dio un asentimiento cortés a Jay.

—Buenos tardes, señor Donnelle, me alegra conocerlo al fin. —No supo que decir, por lo que se quedó enmudecido contemplando cómo el abogado se encaminaba al sillón del cuarto, luego colocó el maletín en una mesa y sacó un sobre amarillo—. Se leerá el testamento aquí debido a las circunstancias.

Sedúceme despacio © ✔️Where stories live. Discover now