| Capítulo 22 |

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Sirvió jugo en dos vasos, entretanto no dejaba de pensar qué hacía esa señora en su departamento. A decir verdad, lo espantaba un poco, ¿qué tal que todo era parte de un plan? Salió de la cocina, se sentó en el sofá después de ofrecerle la bebida a la señora y dejar la suya en la mesa pues ni siquiera tenía ganas de beber.

La esposa de Marione era una mujer impecable y elegante, de cuello largo y barbilla afilada. Los ojos azules relucían por la palidez de su piel y el cabello rubio corto le daba cierto aire refinado. Lucía nerviosa, vio cómo se tragaba medio vaso de un solo jalón.

—¿Y bien? ¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó, pues no le agradaba nada la incomodidad en la que estaban sumergidos, quería que el encuentro terminara lo antes posible. Nunca creyó que tendría a la señora Isela Marione delante de él, la había visto en fotografías, pero su madre nunca hablaba al respecto, a pesar de que ya sabía todo, ella se aferraba a mantener la boca cerrada si se trataba de la mujer de Flaubert.

—Seguramente estás confundido, incluso yo lo estoy, no voy a aparentar que me siento muy cómoda hablando contigo, pero no tengo otra opción. —La mujer cogió el sobre que ya había visto antes de su regazo y se lo ofreció. Dudoso, tomó el paquete y la miró—. Son documentos que prueban fraudes que hizo mi marido.

Jayden se atragantó, su frente se arrugó debido a la confusión.

—Disculpe, pero no entiendo —dijo, anonadado.

—Sé por qué viniste a México, o tu ambición y egoísmo son tan grandes que no te importa que tu padre te haya abandonado cuando estabas en el vientre de tu madre, o viniste a vengarte; y sé cómo es Ariadna, sé que no estás aquí por dinero, no creo que quieras ayudar a Flaubert, entonces lo más probable es que estés aquí para perjudicarlo de alguna forma. —La señora apuntó el sobre con la barbilla—. Ahí hay suficiente material, he investigado durante muchos años. Hay un correo electrónico que lo relaciona con la muerte de Thomas Pemberton.

—¿Por qué usted me daría eso? —preguntó, todavía sin poder creer que aquello estuviera sucediendo pues era demasiado irreal. Era su esposa, la madre de sus hijos, ¿por qué le daría pruebas para hundirlo?

La mujer dejó escapar un suspiró profundo, vio el ligero temblor de sus dedos, estaba aterrada.

—Porque me aterra dormir a lado de un asesino, me aterra que mis hijas vivan con ese sujeto que no hace más que arruinarles la vida, tuviste tanta suerte de crecer lejos, de no tenerlo cerca. No podemos vivir así porque no es vida, es una tortura, es levantarse cada mañana asustada, salir cuidando que nadie te siga, dormir con la angustia de que puede ser tu última noche porque si él decide que ya no sirves, entonces tu maldita existencia no vale nada; y no puedo ir yo a acusarlo, ¿entiendes? Lo he intentado un montón de veces, pero soy tan cobarde. —Isela soltó un sollozo que creó un nudo en la base de su garganta, los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas. Jayden nunca se preguntó cómo vivía la familia de su padre, tal vez ella tenía razón y lo mejor que pudo pasarle fue que lo rechazara cuando ni siquiera había nacido, quizá vivir en la penuria fue mejor que estar con él y sus riquezas—. Thomas iba a ayudarme, él y yo nos refugiamos en el otro, era una persona maravillosa, pero triste por la pérdida de su esposa. Tuvimos unos cuantos encuentros, hicimos un plan para llevarlo a la corte, pero Flaubert nos descubrió y desde ese momento lo odió. No amaba a Thom, pero me hacía reír como nunca lo había hecho, me habría enamorado fácilmente. No merecía morir de esa forma.

Sedúceme despacio © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora