| Capítulo 10 |

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Después del almuerzo se encerró en su despacho, le pidió a Isidora que no le pasara llamadas ni visitas a menos que fueran de la escuela de Mickey o Estela. Así que cuando timbró el teléfono soltó una maldición.

—¿Qué sucede? —preguntó con el temperamento controlado.

—Lo lamento, señora Pemberton, pero su ex marido dice que necesita hablar con usted y me dijo que no se cree que esté ocupada. Intenté convencerlo, pero...

¡Ese hijo de puta!

—No te preocupes, Isi, sé cómo es. Ponlo en la línea.

Tomó una respiración profunda mientras esperaba que el foquito verde parpadeara. Era común perder los estribos con él.

Deseaba fervientemente llevarse bien con el padre de su hijo por el bien de Mickey, pero Leandro no ponía de su parte.

—Buenas tardes, ¡qué milagro que te acuerdes! ¿Qué necesitas? —No podía dejar de apretar la mandíbula, sentía los dientes rechinar.

—Miranda, ¿cómo está Miguel? —Crispaba todos sus nervios, la ponía al límite. ¿En serio? ¿Después de dejarlo plantado preguntaba si estaba bien? ¿Después de largarse por semanas y no llamarlo para despedirse?—. Hablo para ver qué día puedo pasar por él.

—¿Cómo crees que está? ¿Eh? ¡Brincando de la felicidad porque su papá rompió su promesa otra vez!

Se puso de pie y clavó la vista en el asiento de en frente como si estuviera ahí.

—Estaba ocupado, deberías entender. —Su timbre estaba plagado de altanería, no había arrepentimiento, ni siquiera sabía por qué llamaba.

—¡¿Entender qué, Leandro?! ¡¿Que prefieres revolcarte con tu secretaria que pasar tiempo con tu hijo?! —Estaba levantando muchísimo la voz, pero sinceramente no le importaba quién pudiera escuchar. Después de todo, ya estaban acostumbrados a sus arranques de ira, Dalilah entraba y la calmaba con un té de manzanilla.

—No es de extrañar que la prefiera, ella me daba cosas que tú no podías darme. Necesitas relajarte y entender que estoy trabajando para mantenerlos...

Fue todo, no podía escuchar más.

—¡¿Mantenernos?! ¡¡No me hagas reír!! Tu dinero sigue en la cuenta y lo sabes muy bien, ¿crees que voy a usar tu maldito dinero? Mickey tiene de sobra, necesita que su supuesto padre se acuerde que tiene responsabilidades. Madura, Leandro.

Escuchó cómo aspiraba aire para contestarle, pero ella colgó en ese preciso momento. No quería oír más, estaba agotada de comprobar una y otra vez que era un patán. El problema era que Miguel no podía ver cómo era su padre, y no le apetecía abrirle los ojos para causarle más dolor.

La puerta se abrió, no levantó la cabeza para ver quién era, supuso que era su hermana.

—Es un idiota, lo lamento —susurró y apretó los párpados. No iba a llorar—. Dejó a Mickey plantado de nuevo, ¿sabes lo difícil que es explicarle que su padre no va a ir? Estoy cansada de esta situación, para el colmo me restregó en la cara su relación con esa mujer. —Suspiró—. «Me daba cosas que tú no podías darme».

Sedúceme despacio © ✔️Where stories live. Discover now