| Capítulo 25 |

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Ella le pidió que se fuera, así que hizo eso, la daría el espacio que había pedido porque no quería que siguiera sufriendo por su culpa, sin embargo, a Jay le dolía no tenerla cerca. La extrañaba como un loco, durante las noches, al poner la cabeza en su almohada, añoraba tenerla a su lado para rodear su cintura y pegarla a su pecho. Se había acostumbrado a su presencia, a escuchar sus respiraciones pausadas al dormir, a su sonrisa adormilada y a su cabello despeinado.

Con todas sus fuerzas luchaba cada día por alejar el fantasma que rondaba sus pensamientos, deambulaba en su mente y hacía que recordara los buenos momentos. Su madre, la señora Ariadna, le había dicho que quizá con el tiempo ella sanaría y lo dejaría acercarse; pero no estaba seguro, no después de ver el dolor en sus facciones. Lo había alejado a pesar de que lo amaba.

Recordó a la Miranda que conoció, a esa mujer con la barbilla alzada y la mirada helada, habían recorrido un largo camino, uno que difícilmente volvería a recorrer con ella. Extrañaba a Mickey, sin quererlo ese niño había conquistado su corazón, le dolía saber que no podría estar en sus próximos juegos y que se decepcionaría.

Se encontraba de pie frente a la ventana, mirando las luces de la calle de su casa, amaba Venezuela, pero sentía que su alma se había quedado en otro lugar. Respiró profundo para no echarse a llorar y movió el vaso lleno de licor, dio un trago largo que le supo amargo pues había empezado a beber para anestesiar sus emociones, no estaba sirviendo. Quería perderse en los recuerdos para no olvidar que fueron reales.

A Jay le hubiera gustado regresar el tiempo para iniciar de nuevo; pero, sobre todo, para abrazarla una vez más. También ansiaba besarla hasta que ella no pudiera respirar, tocar su cuerpo como si fuera la última vez y refugiar su nariz en su cabello, justo en la base de su oreja porque era su zona favorita para besar.

Le hubiera gustado regresar el tiempo para llevar a Mickey a pasear, comprar películas para que todos las vieran juntos con muchas palomitas de maíz. Le hubiera gustado enseñarle más trucos de béisbol para ver su sonrisa emocionada al golpear la pelota.

Le hubiera gustado regresar el tiempo para contarle todo a su morenita. Y le diría te amo cientos de veces en los momentos correctos.

Definitivamente, si Jayden hubiera podido regresar el tiempo, habría hecho todo diferente.



Consiguió un empleo decente, su estadía en una empresa norteamericana había contribuido a mejorar su hoja curricular. Jay les compró una cocina nueva a su madre y a su abuela, y un sofá reclinable para su abuelo, al que le gustaba pasar horas y horas sentado mientras respondía crucigramas. El único problema era que los horarios lo dejaban agotado, su turno era en la noche, así que esa mañana se dejó caer en su cama, cerró los párpados para descansar. No llevaba ni veinte minutos dormitando cuando su madre entró y lo sacudió, al ver que su hijo no respondía, aumentó la intensidad de los movimientos.

Sedúceme despacio © ✔️Where stories live. Discover now