18. Venganza

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Sia - Helium

Haven

―Ya es hora de que salgas ―dice el guardaespaldas al abrir la puerta, me toma del antebrazo y me saca, mi cuerpo no tiene casi fuerzas y termino raspando mis rodillas.

―¿A dónde vamos?

―Tu a darte un baño, yo a buscar lo que necesitas ―Observo todo a mi alrededor, todo está vacío, no hay ropa ni sabanas, solo un pequeño bolso ―que supongo es el mío― al comienzo del pasillo.

―Está bien.

Me suelto de su agarre y camino hacia el pasillo, tomo el bolso y paso de largo hasta el baño. La ausencia de las chicas me perturba, este lugar sin ellas es tenebroso.

Tomo una ducha de varios minutos, lavo mi cabello enmarañado y dejo que el agua poco a poco calme la tensión de mi cuerpo. Peino mi cabello mientras siento con más fuerza la soledad cernirse sobre mí, solo soy capaz de escuchar mi propia respiración.

Sin razón alguna la melodía de una canción llega a mi mente, la tarareo con mis ojos cerrados, imagino las notas a mi alrededor envolviéndome y llenándome de paz, el retumbar de la batería y el rasgar de las cuerdas que mi mente recuerda hacen que una sensación que no sentía hace tanto tiempo embargue mi fracturada alma.

Dos toques en la puerta me hacen volver en sí, me apresuro a colocarme un vestido sencillo de seda que estaba en el bolso. Abro la puerta encontrándome con el guardaespaldas que lleva en sus manos un plato de comida bastante resuelto y un vaso de jugo.

―Buen provecho ―Hago una mueca que parece una sonrisa y tomo la bandeja, cierro la puerta con un pie y le doy el primer mordisco al sándwich, a pesar de solo ser pan relleno de queso fundido sabe a manjar de dioses luego de haber comido manzana y agua en los últimos días.

Luego de terminar me quedo observando mi reflejo, estoy notablemente delgada, mis ojos están adornados por dos manchas oscuras debajo, mis labios escocen al estar cuarteados y mi piel es de un color cenizo. El espejo refleja a una persona diferente a quien era hace meses atrás, ya no soy aquella chica risueña y divertida, me duele admitirlo pero esta situación me ha cambiado demasiado.

La puerta se abre de un portazo dejando ver a Grace, esta vestida de manera deportiva con una sudadera y un jean que se aferra a sus muslos, su cabello va recogido en una cola de caballo. En sus manos trae varias hojas y lo que puedo reconocer como unas fotografías.

―¿Cómo te va, querida? ―dice con un tono de voz amistoso que me altera.

―Mentiría si digo que bien pero eso a ti no te interesa ―sentencio con rabia, volteo para encararla y terminar con esta farsa de una vez por todas.

―Estas en lo cierto ―Me observa detenidamente evaluando mi reacción.

―¿Por qué, Grace? ¿Qué te hice para que me odiaras tanto? ―pregunto sintiéndome al límite.

―Tu no hiciste nada, tu solo eres una víctima de las decisiones de otros ―Se acerca y por instinto doy un paso atrás, sus ojos me miran de una manera que no sé descifrar, acaba con el espacio y acaricia mi cabello con una ternura que me aterra.

―¿Decisiones de quiénes?

―Las decisiones de tus padres y mías ―Me alejo de su toque como si quemara ante la simple mención de mis padres, la habitual frialdad vuelve a ella ante mi acción.

»Tu padre fue mi mejor amigo en la secundaria y universidad, éramos como uña y mugre, siempre estábamos juntos; poco a poco con el tiempo esa amistad se convirtió en algo mucho más significativo para mí, me enamore de él cual niña, sentía que podía dar todo por él... Pero él nunca me noto de esa manera siempre fui "solo su amiga" ―Sus ojos se cristalizan y parece rememorar, me tiende una foto y la tomo, en ella aparecen dos adolescentes de al menos dieciocho años abrazados, reconozco los ojos de mi padre pero también reconozco las facciones de Grace, ambos parecen muy felices y están frente a una plaza que conozco muy bien, es aquella a la cual mi mamá me llevaba de pequeña.

En busca de mi Felicidad ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora