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El tiempo pasa diferente en los pueblos.

Aunque a mí no hay que hacerme demasiado caso con esto, porque es lo único que conozco. Pero estoy convencida de que, en cualquier lugar con más de tres mil habitantes, sucederían más cosas, habría más con lo que llenar un día a día que parece siempre el mismo.

La vida en Azor es aburrida. No aburrida como puede resultar cualquier película de los sábados, esa que ves por el rabillo del ojo justo antes de quedarte dormida en el sofá, sino aburrida de verdad.

Soy consciente de que, al menos, tengo suerte. Hay pueblos mucho más pequeños y este al menos tiene playa y una universidad en la ciudad vecina a la que se puede llegar a menos de media hora en coche. Y no me interpretéis mal, no soy una desgraciada, ni nada parecido. Mi madre es la dueña de uno de los dos bares del pueblo, aunque no tengo hermanos mi amiga Cris es prácticamente de mi familia y al menos nos llega un Internet decente. Supongo que no me puedo quejar. O eso es lo que me repito a mí misma continuamente para evitar tirarme boca abajo en la cama, con música dramática de fondo y la cara enterrada en la almohada.

Cris dice que soy una intensa. Mi madre opina que la adolescencia me está durando demasiado, que ya tengo casi veinte años y debería comportarme como una adulta. Yo creo que si tuviera al menos algo con lo que distraerme no tendría tantas ganas de largarme de aquí.

¿Cómo era eso que dicen...?

Ten cuidado con lo que deseas, porque puede hacerse realidad.

🐻🐻🐻

La campana que anuncia el fin de las clases parece no desanimar ni un poquito al profesor. No puedo evitar poner los ojos en blanco: siempre hace lo mismo. Una clase de dos horas que acaba alargándose media más, cuando todos los que estamos ahí presentes lo único que queremos es largarnos a nuestras respectivas casas a comer.

Solo de pensar en el trayecto de vuelta al pueblo, la tripa me ruge como si quisiera devorarme por dentro.

—Lara, me muero de hambre —protesta Cris, leyéndome la mente y apoyando la cabeza en la mesa con expresión cansada. Luego hace un gran esfuerzo para hablar lo más bajo posible, dirigiendo la mirada al profesor y murmurando entre dientes: — Nadie te escucha, viejo loco, cierra la boca y déjanos huir.

Suelto una risita, reposo la cabeza brevemente en su hombro y le doy un apretón en el brazo. Después alzo la vista para tratar de buscar, por enésima vez, algo con lo que distraerme y como siempre, no lo encuentro. La misma gente, los mismos ojos cansados que ya ni siquiera te miran con curiosidad porque saben perfectamente quién eres.

El comienzo de la universidad, al menos, fue más entretenido, porque por primera vez en mucho tiempo renovamos un poco el círculo de amistades. Pero estando ya en segundo de carrera hasta esa pequeña emoción se ha evaporado.

Cris lo lleva mejor que yo, aunque supongo que es porque no está tan desesperada porque le pasen cosas nuevas. Dice que tengo poca paciencia y que vivo en mi propio mundo, pero mi problema es precisamente ese: mi propio mundo no me gusta. Yo quiero otro.

Otro en el que haya gente interesante. Nueva. Emocionante.

Me topo con los ojos de Roberto, un chico que se interesó en mi hace un año y que a mí jamás me ha llamado siquiera la atención. Estoy de acuerdo con Cris en que es muy buen chaval, pero también es la persona más sosa que he conocido en toda mi vida. Y ya hemos establecido que yo lo que quiero es emoción.

Y de eso, en el pueblo, no hay.

¿...Verdad?

Quizá por eso cuando Cris y yo pasamos, en clara huida hacia la libertad, por delante de la sala de profesores, mi instinto no puede evitar hacer que mire hacia allí. Mis ojos vuelan solos, sin que mi cuerpo ni mi mente tengan nada que decir al respecto.

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now