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Todo ha sucedido tan rápido que casi no he tenido tiempo a reaccionar. De repente, se han lanzado encima del tal Nico a felicitarle, y yo me he quedado allí boquiabierta, como si no pintara nada en todo el asunto.

Es en ese momento, paradójicamente, el primero en el que tengo oportunidad de observarlo de cerca. Es casi tan alto como su hermano mayor —el corazón se me encoge al pensar en Leo— y comparte el color oscuro en el cabello, aunque lo lleva muy corto, como si hubiera participado en algún tipo de adiestramiento militar. La misma mandíbula cuadrada en un cuerpo un poco más fino y estilizado, y un estilo de vestir más macarra. Lleva una cazadora oscura y algo rota combinada con una camiseta de un grupo de música y unos vaqueros ajustados. Lo que más destaca de él son unos ojos muy azules, de un color claro que los hace parecer fríos. Desde luego, es guapo, pero considerarlo «mi pareja» me parece algo tan ridículo en este momento, que ni siquiera hemos intercambiado ni una frase entre nosotros, que me he quedado de piedra.

Noto a Leo tenso a mi espalda. Su esencia se contrae de alguna manera. Nico, por el contrario, lo que siente es felicidad. Me observa como si no pudiera mirar ya nada más en este mundo. Aunque su familia le esté felicitando y sacudiendo, su mirada sigue fija en mí. Y yo me ruborizo porque me muero de la vergüenza.

—¿Qué estáis diciendo? ¿De qué narices estáis hablando? —exijo saber cuando por fin soy capaz de pronunciar palabra.

Nana se da la vuelta con una sonrisa de absoluta felicidad que empaña también su mirada.

—Así se emparejan las grandes familias, Lara —me explica, con los ojos brillantes—. Es el instinto de nuestros seres duales interiores el que nos indica a quién pertenecen nuestros corazones. Solo aquellos que conservan gran parte de su esencia pasan por estas experiencias. Nico te ha mirado y ha sentido el tirón del destino.

—Yo no conozco a Nico de nada. —le explico en voz clara y muy despacio.

—No hace falta. Su alma lleva esperándote toda su vida.

Nico se echa hacia delante, sobrepasando a su abuela y, con una sonrisa muy amplia, me coge de la mano. Yo tengo el primer impulso de retirarla, pero algo me dice que sería de mala educación. Una parte de mí quiere mandarlos a todos a la mierda y salir de allí pitando, otra tiene tanto miedo de perder a ese grupo de gente dispuesta a protegerme que no se atreve a decir nada que les ofenda.

—Nico. —se presenta él, y deposita un beso en el dorso de mi mano— Encantado de conocerte...

—Lara —le respondo—. ¿El destino no te lo ha dicho?

Para mi sorpresa, él se carcajea.

—El destino solo dice las cosas importantes, y los nombres al fin y al cabo no lo son.

—¿No te importa tu nombre?

Él se encoge de hombros, pero no me suelta la mano.

—Es solo un nombre. Lo que me importa ahora mismo, por encima de todo, eres tú.

Me revuelvo, porque hay algo en mi pecho que se ha sacudido al escucharle. No entiendo por qué siento cierto calor, esta familiaridad... quizás porque puedo leer en sus ojos que es verdad.

No se trata de un chico que quiera enrollarse conmigo una noche cualquiera, se trata de una conexión ancestral y otra de esas cosas que me han contado estos días que, por algún motivo, me creo a pies juntillas.

Me pregunto si podrían intentar engañarme con algo, pero prefiero no pensar demasiado en eso porque me volveré loca. Aún más, quiero decir.

—Necesito...

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now