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¿Me he inspirado en Crepúsculo para contarle a mi madre todo el rollo? Puede ser.

Pero la verdad es que siempre me ha parecido una ideaza, así que no tengo nada que perder.

Tengo que reconocer que me da un poco de miedo la reacción de mi madre. En Crepúsculo, Charlie, el padre de la prota, creo que lo lleva bastante bien. No sé si porque ya se olía algo o porque era lo que mejor le venía a la trama, pero el caso es que después de un poco de sorpresa, lo asume y punto. Mi madre es una persona que sabe gestionar la frustración (lleva toda su vida frustrada) pero no tengo demasiado claro cómo reacciona ante las cosas raras. Al fin y al cabo, en Azor, como ya he dicho mil veces, nunca sucede nada. Hasta que lo que pasa es que tu hija está envuelta en una trama de fantasía, por supuesto. Igual es que el puñetero pueblo lleva todo este tiempo guardando fuerzas para este momento.

Bueno, si empiezo a personalizar al pueblo sí que me acabaré volviendo loca.

—Nena, me estás asustando —dice mi madre.

Su tono es cauto y creo que nunca la había escuchado así. Trago saliva mientras observo cómo aparta una de las sillas de metal del bar y se deja caer, visiblemente agotada. El trabajo diario siempre la deja exhausta y a mí me suele dar bastante penita verla así.

Vuelvo a tener el impulso de echarme atrás e inventarme cualquier otra cosa. Cualquier locura, algo que enmascare en parte por qué desaparezco tanto pero que no llegue a destrozarle todos los esquemas.

Vuelvo a recordarme el peligro que corre si se mantiene totalmente al margen.

No, necesito decírselo.

Y una parte egoísta de mí (que bien sabemos que a estas alturas es bastante grande) quiere dejar de estar sola en esto. Quiero a mi madre a mi lado.

—Vale, creo que sé por dónde empezar —carraspeo, y me pongo las manos en las caderas, intentando relajarme— ¿Sabes eso que dices siempre de que te hubiera gustado largarte del pueblo pero que nunca has podido?

—Sí, claro, al final lo llamé Lara —bromea, con una media sonrisa y expresión cansada.

—Muy graciosa. Pues va a ser que no solo se llama Lara, sino que hay algo mayor que te impidió largarte de aquí. Y que me lo impedía a mí. Por eso no me dieron la beca para irme fuera, aunque cumplíamos todos los requisitos. Por eso se me partió el coche que me dejó la tía cuando traté de fugarme de casa.

—¿Eso estabas haciendo? —se escandaliza.

—No es lo importante ahora, mamá —me exaspero. Pongo los brazos en jarras y cambio el peso de pierna. Nunca he tenido paciencia, pero hoy me siento especialmente a punto de explotar—. El caso es que nuestra familia es especial y hay una magia muy antigua que mantiene el linaje femenino, que evita que se interrumpa, por una razón súper importante y súper rara que no te vas a creer cuando te diga.

Mi madre frunce el ceño y me mira de arriba abajo, pensativa:

—¿Has empezado a fumar marihuana? ¿Es eso?

—¡Mamá!

—Es que no se me ocurre otra cosa, la verdad. Yo a tu edad ya le daba... —Hace el gesto de fumar, con expresión seria, y ladea la cabeza.

—¿Que tú a mi edad qué...? —Abro mucho los ojos y trato de recomponerme y recordarme que no estamos aquí para hablar de eso. Aunque cuesta— Bueno, eso lo hablamos en otro momento. Mira, yo te suelto el rollo, tú no me crees y luego yo te lo demuestro, ¿vale?

—Lara, estoy cansada y no tengo ganas de juegos...

—Mamá, esto es importante.

Debo tener la expresión más seria que me ha visto en toda mi vida, porque cierra la boca antes de protestar de nuevo, alza las cejas, y acaba asintiendo. Yo trago saliva, porque sé que esta es mi oportunidad y que si la cago, no va a haber manera de que vuelva a prestarme tanta atención.

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now