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Al contrario de mis sospechas, no es Cris la que me despierta, sino Lula.

El cómo ha conseguido entrar en mi casa casi no tengo ni que preguntármelo: de verdad tengo que convencer a mi madre de que cierre con llave, porque cualquier día de estos me mata un Kulua, y lo tendrá tan fácil que será hasta de risa.

Entra en la habitación como un terremoto y me pega un susto que casi me lleva al otro barrio y les deja a todos sin Invocadora. Cuando abro los ojos me la encuentro sentada en la cama y ya estoy al borde del infarto.

—Perdón, perdón. —pide entre risas—. No lo volveré a hacer. Buenos días, dormilona.

—¿No se ha pasado Cris por aquí? —pregunto, muy desorientada y frotándome los ojos para intentar acelerar la vuelta a la vida.

—Me la he encontrado por el camino, le he dicho que venía a verte y me ha dado una fiambrera con aspecto sospechoso que te he dejado en la cocina. —Señala con el pulgar hacia atrás.

—¿No ha querido venir a verme? —me extraño, algo dolida.

—Creo que más bien le ha incomodado que viniera yo también, porque ha puesto una cara muy rara cuando me ha visto —Tuerce el gesto—. Creo que es posible que no le caiga demasiado bien.

—Le caes bien, no te preocupes. Solo que aún no os conocéis mucho y debió sentir que iba a ser una situación rara, supongo.

—Deberíamos hacer algo algún día. E invitamos a Raquel también... esa chica me está salvando del aburrimiento en clase. Además, estoy convencida de que os gustará, es adorable.

—Claro, me parece bien. Seguro que así se tranquilizan un poco las cosas.

Aunque el comportamiento de mi mejor amiga me sigue extrañando y no me quedo del todo contenta con la explicación. Anoto en mi cabeza el preguntarle más tarde; lo último que quiero es que se sienta desplazada.

—A todo esto, ¿qué haces tú aquí?

Su cara se ilumina con una gran sonrisa.

—¿No es obvio? Yo quiero ser la siguiente.


🐻🐻🐻


Dos cosas importantes han pasado en la última media hora: hemos formado oficialmente un Consejo, al que se unirán próximamente representantes de los Tigara y de los Wolfgang —que, según me han dicho, están de camino, y eso ocupa el número uno en el ranking de mis preocupaciones—, para que organice las decisiones operativas del Grupo, y hemos tomado nuestra primera decisión: antes de realizar más transformaciones (y todo el proceso que eso conlleva), lo mejor será comprobar que efectivamente, Leo puede transformarse y todo está saliendo acorde a las expectativas.

La forma en la que se refieren a todo aquello, con esa naturalidad y como si se tratase de un experimento científico en lugar de involucrar a sus seres queridos, me turba en cierta medida. Es verdad que también me ayuda el separarme un poco del problema, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de Leo, pero me da mala espina tratarlo como si no lo conociera. No me veo capaz de crear esa distancia.

De todas formas, ahí estamos, todos los miembros de aquella extraña familia —Sabrina incluida, aunque yo la hubiera dejado fuera, sinceramente— en el jardín trasero de la mansión, que solo da al otro lado con la pequeña cima del minúsculo montículo que es esa colina.

Leo está enfrente de nosotros, las piernas separadas, los puños cerrados a ambos lados de su cuerpo y expresión seria.

Tengo que reconocer que a mí no solo me gustaría estar en primera línea, sino que lo vería necesario por si le pasa algo a Leo y puedo ayudar de alguna manera. Sin embargo, todos han insistido —y, por algún motivo que aun no comprendo y que desde luego pienso protestar, yo solo cuento con un voto— en dejarme en segunda fila. Es decir, entiendo que no puedan quedarse sin Invocadora y todo eso, pero ¿y si Leo me necesita?

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now