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Salgo de esa casa a toda velocidad, bajo las escaleras del porche prácticamente volando y así sigo hasta salir del recinto de la mansión. Solo allí me permito tomarme un respiro. Al fin y al cabo, mi forma física es patética y nunca en mi vida he corrido por voluntad propia, hasta este momento. Este momento en el que todo mi ser me ha indicado que saliera por patas de allí, que estaba a punto de meterme en algo peligroso.

Cogiendo aire con fuerza, me detengo un segundo y apoyo las manos en las piernas para recuperar fuelle. «Tienes que empezar a salir a correr, o algo» me recrimino, sintiéndome triste y algo patética por lo poco que he aguantado. Aunque no es que pudiera haber anticipado esta situación, desde luego.

Retomo el paso, esta vez caminando, y me reconforta dejar atrás la casa mientras me adentro en el camino para salir de allí. La boca me sabe a óxido, como si me la hubiera mordido por el camino — ya solo faltaría eso para añadir a mi patetismo— y la cabeza me da vueltas con la información. ¿Por qué he huido? De repente he sentido la seguridad, al mirar aquel anillo, de que era de alguna manera una parte de mí la que reposaba en esa pequeña caja.

Sacudo la cabeza mientras me rodea el bosque, apresurándome todo lo que puedo colina abajo. Mi casa está lejos de aquí pero no me viene mal el paseo para tratar de detener el traqueteo de mi mente, que no me deja tranquila. Sigo esperando que alguien salte de detrás de un pino para anunciarme que se trata de una cámara oculta o algo parecido.

Es una locura... No me creo esa historia tan absurda. ¿...O sí?

Nunca he sido una persona muy fantasiosa. Me gusta leer, pero exclusivamente novelas románticas y realistas. No veo pelis de superhéroes, porque me duermo. Ni siquiera me gusta Harry Potter, y es algo por lo que muchas de mis amigas (Cris entre ellas y representándolas todo el rato) me odian. No soy la típica chica que espera una historia de cuento de hadas, tampoco una que necesite que le digan que es especial para creérselo.

Ya tengo bastante con lo mío, con salir de este pueblo. Y desde luego que no me hace falta que venga alguien a decirme que Azor es especial de alguna manera, ¡me hace falta alguien que me saque de aquí!

El pensamiento empieza a molestarme cuando escucho unos pasos a mis espaldas. Gruño sin poder evitarlo. Por supuesto que me ha seguido.

—Creo que mi escenita ha dejado claro que quería que me dejarais en paz —anuncio en voz alta, sin girarme—. Pero ya veo que no tenéis ninguna intención de hacerlo.

No obtengo respuesta, y me doy la vuelta de muy mal humor, con los puños cerrados y el ceño fruncido. Completamente dispuesta a encarar a Leo. Pero cuando me vuelvo, él no está ahí. Y siento unos pasos a mi izquierda, entre los árboles.

Se me acelera el corazón y trago saliva. Intento vislumbrar algo a través de la maleza, sin éxito. Vuelvo a caminar, con paso firme y a más velocidad. Aún queda un buen trecho hasta llegar a la base de esta colina, y al pueblo en sí. La casa de los Ártamo (de alguna manera, no quiero seguir llamándola «La casa de la vieja loca de la colina») es la única en esta zona, y creo que es porque esa familia tiene en propiedad todas las tierras de alrededor. Pero de nuevo, pueden ser solo los rumores que circulan por el pueblo.

Los pasos se repiten, y me da la sensación paranoica de que están cada vez más cerca. Me veo tentada de echar a correr, pero no creo que llegue muy lejos y cualquiera que me esté siguiendo puede atraparme fácilmente. Maldigo el no haber salido de casa con nada salvo esa taza —que doy por perdida—, porque al menos podría agarrar las llaves entre los dedos en señal de defensa. Estando mi madre en casa, siempre dejamos la puerta abierta y ni las he cogido.

Una figura aparece de repente en el camino, frente a mí, como un relámpago. Casi parece que se ha teletransportado, y me pega un susto de muerte. Es un hombre joven, de pelo negro muy corto y expresión seria. Se planta ahí, vestido con una capa marrón, cortándome el paso.

Invocadora [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora