38

116 27 19
                                    

Sin poder evitarlo, me asomo un poco (con cuidado para que Cris siga segura en mi hombro) para observar la estatua con más atención. La piedra es de color gris suave, como de mármol, y lo que más me llama la atención es su expresión. El horror de sus rasgos a la vez que se lleva las manos a la garganta, aterrada.

Como si lo que fuera que ha pasado por allí hubiera terminado para siempre con toda su esperanza.

No puedo despejar los ojos de ella. De su cabello largo, en cascada sobre sus hombros. De lo elaborado de sus vestimentas, como si fuera una princesa de cuento de hadas... de esos que son precisamente lo contrario a los que hablan de sirenas malvadas.

—Te presento a mi prometida... o a lo que queda de ella.

En cuanto las palabras, ahogadas en dolor, abandonan la boca de Poseidón, mi respiración hace lo propio conmigo. Soy incapaz de procesar lo que estoy viendo, y mi mente hace un esfuerzo a toda velocidad, teorizando mil motivos por los cuales me está contando esto.

Si el dios se da cuenta de todo lo que está pasando por mi cabeza, no lo sabré nunca, porque sigue hablando, con la mirada perdida y rota mientras se rinde a sus recuerdos.

—Hace muchos años y después de siglos de esfuerzos, conseguí por primera vez caminar en tierra firme con un par de piernas. Lo primero que hice fue lanzarme a explorar ese mundo del que solo había oído hablar en historias, compartidas durante generaciones y cada vez más vagas. Me aventuré en el pueblo más cercano, no te aburriré con el nombre, porque en el fondo da igual. En cuanto la vi, fue amor a primera vista. No me había pasado nunca... la Senda me llamó en ese momento. Jamás hubiera imaginado que fuera posible que un Kulua tuviera en una Thaos su amor destinado, pero en cuanto me sonrió no tuve nada que hacer. Estaba enamorado, y tuve la suerte de que ella también se enamorara de mí.

La sonrisa triste que se forma en sus labios está a punto de romper mi propio corazón, y Cris se remueve en mis brazos para soltarse. La coloco tras de mí sin perder de vista al Rey Infinito de los Mares, aunque éste parece demasiado metido en su historia como para darse cuenta de nada más. Sus ojos están atrapados en la estatua, en su supuesta amada.

—Puedes imaginar que me costó mucho convencerla de quién era, que ella estuvo tentada a abandonarme, a no volver a verme nunca más. Pero al final nuestro amor fue más fuerte, y decidimos buscar la manera de que ella pudiera vivir para siempre conmigo. No me importaba que su vida fuera más corta, yo... quería aprovechar todo el tiempo que pudiera para estar a su lado. Encargué a todas mis brujas que se enfocaran en crear una pócima que permitiera a los humanos respirar bajo el agua, para poder llevármela conmigo.

«La pócima que me dio Raquel» pienso inmediatamente, alucinando porque ese fuera el motivo por el que se inventó.

Aunque supongo que si algo debería haber aprendido de la historia que ha contado Poseidón es que hemos subestimado enormemente las motivaciones que pueden tener detrás las acciones de los Kulua.

—Nuestro tiempo juntos cada vez se me hacía más corto —Traga saliva y se observa las palmas abiertas sobre el regazo, desolado, como si hubiera llegado a la parte de la historia que le destroza el corazón—. Nuestro amor crecía cada día y yo no podía esperar las semanas que necesitaba para volver a salir a la superficie, con ella. Así que fui estúpido. Inconsciente. La pócima estaba dando muy buenos resultados en animales terrestres, pero aún no se había probado en humanos. Pensé que... pensé que no habría riesgo en que ella fuese la primera. Y me equivoqué.

Los dos dirigimos al mismo tiempo nuestras miradas a la estatua, a las manos aferradas a su garganta con horror. Al momento en el que bebió la pócima, confiando en las palabras de su amado y... se convirtió en piedra.

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now