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Las cinco llegan arrastradas por el viento, como si se resistieran a aparecer o supieran lo que traen con ellas. Lo que significa su llegada, para mí y para Leo.

Llevo dándole mil vueltas al Manual, que guardo en un lugar tan estratégico y secreto como es debajo de mi cama, desde que subí después de comer. Lo bueno es que he tenido la oportunidad de ver a mi madre durante escasos diez minutos, porque me anunció que quería irse antes al bar. Al parecer, ha solicitado una subvención para pequeños negocios que le permite contratar a una persona extra, lo que me ha alegrado un montón. Estos días estaba trabajando tanto que yo comenzaba a considerar el dejar la universidad durante un tiempo para ayudarla. Aunque puede que sea solo una excusa para no estudiar más, lo tengo que reconocer.

Leo aparece en mi cocina a las cinco, puntual como un maldito reloj de pared. Yo me meto el Manual bajo el brazo, agarro el móvil y las llaves y después de respirar muy hondo, bajo las escaleras. Él no se sorprende en absoluto de que ya fuera consciente de su presencia allí; tampoco me dice nada. Está nervioso. Más nervioso que en toda su vida. Y también... emocionado. Hay una alegría inmensa, una expectación, que lo envuelve entero y casi lo hace brillar.

Suspiro cuando nos metemos en el coche, y no sé si no se da cuenta o hace como que no lo ha percibido, pero no comenta nada.

—Si sale mal... —comienzo.

—No va a salir mal —espeta, cortándome. Su esencia se agita—. Estás destinada a esto. Has nacido para hacer el Ritual. Y yo llevo viviendo para este momento toda mi vida. No puede salir mal.

—Leo... —murmuro, pero no me atrevo a terminar la frase.

Me da demasiada pena la reacción que pueda tener a mis palabras. Me da la sensación de que esta vez, la cuesta de la colina que lleva a la mansión es más empinada que nunca.

No me sorprendo al ver a Nana, a Nico y a Lula esperándonos sentados en el banco del porche. Nana se levanta en cuanto nos ve atravesar la gran puerta abierta, y Nico lo hace apenas un segundo más tarde que su abuela. Está feliz de verme, como siempre. Con los ojos azules reluciendo por los rayitos de sol que se cuelan a través de las enredaderas. Lula se mantiene sentada, y me doy cuenta de que ese día, en clase, no ha venido a vernos con Raquel, como empieza a hacerse costumbre.

—La chica de oro. —Es Lula la primera en hablar cuando bajamos del coche, con una media sonrisa y recostándose en el banco—. ¿Estás preparada?

—Ni de lejos.

De alguna manera, se me hace fácil reconocer aquello delante de Lula. Es como si con esa chica no fuera necesario tener nada controlado, porque ella parece tener todo siempre perfectamente atado y bajo su atenta mirada. De alguna manera, resultarle sorprendente a aquella chica se convierte en mi nueva misión en el mundo.

—Todo va a ir bien —me tranquiliza, con un asentimiento de cabeza.

Y curiosamente esas palabras sí que me sirven, más que cualquiera que me pudiera haber dicho a mí misma. Me pregunto dónde están Daniel y Sabrina, a los que hubiera esperado ahí junto al resto de su familia. Aunque a Daniel le he visto más bien poco, porque siempre está ocupado con alguna reunión del famoso Grupo o en su trabajo, que aún nadie me ha dicho en lo que consiste, me extraña que Sabrina no esté metiendo la naricilla por aquí.

Una vez en el porche, Nana se acerca a mí y me toma de la mano, gesto que no parece muy propio de ella. Tira de mí para meterme en la casa, como si no hubiera estado allí ya unas cuantas veces.

El cambio de luz me aturde durante un segundo y cuando me quiero dar cuenta, estamos descendiendo las escaleras principales con lentitud.

—Os hemos habilitado el sótano. Tienes toda la menta que necesites en el arcón, y vamos... hemos decidido que vamos a encadenar a Leo.

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now