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Solo veo luces. No me he desmayado en mi vida, pero juraría que estoy a punto de hacerlo, el gemido ahogado de Cris se sincroniza con el momento en el que me fallan las piernas porque esa es literalmente la última cosa que esperaba que saliera de su boca. En este universo y en todos los alternativos.

Mi mejor amiga me sujeta pasando los brazos por debajo de los míos y yo suelto un quejido por el impacto, pero se lo agradezco en mis pensamientos, que es el único lugar donde parezco ser capaz de pronunciar palabras.

«También eres mi hija» rebota en mi mente una y otra vez, como si no fuera capaz de absorberlo, como si no quisiera quedarse dentro.

Trato de recomponerme como puedo, sacando fuerzas de donde no hay nada, donde no existen, y vuelvo a levantar la cabeza, aún mareada pero al menos enfocando a mi interlocutor. A mi... ¿padre?

Jamás he pensado demasiado en ese término. En mi padre. Al contrario que las historias que leía o que veía en televisión (más bien estas últimas) nunca he tenido la necesidad de encontrarle o de saber quién era. Mi propia madre no tiene demasiada idea sobre su identidad, y así me lo hizo saber el par de veces que hablamos del tema. Y conociendo a mi madre, no miente. No me mentiría en eso.

Así que ya había asumido que mi padre era un tío rándom que se encontró con mi madre en una discoteca del pueblo, que estaba de paso y nunca llegó a saber que el condón que usaron había fracasado en su labor y había dejado a una hija atrás. No teníamos manera de contactarle, tampoco, así que era mejor dejar pasar el tema.

Cuando me revelaron que era la Invocadora, el hecho de que aquel condón fallara y que solo se hubieran visto una vez dejó de ser tan milagroso y aleatorio y cobró sentido con el tema del linaje mágico, y punto. Tampoco le di más vueltas.

Hasta ahora, claro.

Hasta que el maldito Rey Infinito de los Mares acaba de confesar ser mi padre y yo tengo que hacer el esfuerzo, por primera vez, de pensar en ello.

—¿Qué... cómo es posible? —es lo único que soy capaz de preguntar.

Suspira de nuevo, consternado, y da un paso hacia mí, alzando la mano y después retirándola, como si no supiera qué hacer con ella. Como si tratara de acercarse a mí pero de alguna manera no se atreviera.

—Llevo mucho tiempo buscando a la Invocadora, Lara. Desde que mis brujos resolvieron que no había nada que nosotros pudiéramos hacer por mi amada, que la única esperanza que quedaba era la gran bruja de los Thaos, porque era la única con el poder suficiente para devolverla a su verdadera forma, de arreglar mi gran equivocación. Hace veinte años, salí a la superficie de nuevo con un objetivo muy claro en mente: encontrar a la Invocadora y suplicarle, como fuera, que me ayudara. Como estoy haciendo ahora contigo. Cuál fue mi sorpresa, al encontrarme con tu madre, al reconocer en ella el poder que estaba buscando... pero dormido y sin ninguna posibilidad de despertarse.

Todo vuelve a dar vueltas y doy gracias al cielo porque Cris me siga agarrando porque estoy convencida de que me caería al suelo de la impresión. Poseidón desvía la mirada, melancólico.

—Darme cuenta de que sin la ayuda de los Thaos, de los que me veían como su peor enemigo, no conseguiría nada, que la Invocadora no era suficiente por sí sola, me destrozó por segunda vez el corazón. No había ningún escenario en el que yo pudiera convencer a los Ártamo de que me ayudaran, de que mis intenciones no iban dirigidas a destruir su mundo, porque yo mismo he experimentado en mis propias carnes su odio hacia mí. Esa noche, hablando con tu madre, mirándola a los ojos, murió mi esperanza de recuperar al amor de mi vida. Pero... Isabel y yo conectamos, aún así. No era amor pero era... reconfortante. Creo que ella también sintió lo mismo, y pasamos la noche juntos. Jamás hubiera imaginado que de aquello, que fue tan breve, surgiera... bueno, surgieras tú. Mi hija.

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now