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—¿Cómo son? —pregunto, después de medio camino en silencio.

—¿Quiénes?

—Tu familia.

Parece pensárselo un segundo, con las manos bien aferradas al volante.

«¿Son como tú?» es lo que realmente quiero preguntarle.

—Mi hermano tiene veintidós años, y es un poco cabeza loca —confiesa— Creo que va a ir a tu clase, de hecho.

—Eso me ha dicho Nana.

—Mi prima Lula... bueno, ya la verás. Es un caso, un personaje total. Pero también una de las mejores personas que he conocido.

—También va a ir a mi clase, o eso me dijo tu abuela.

Él frunce el ceño.

—De hecho, no. Nana se confunde a menudo. Ya sabes, mucha historia secreta pero sigue siendo una abuela de manual. Va a ir a la mía. A la que imparto yo, quiero decir.

—¿Qué clases das?

—Historia —sonríe—. Aunque como en esta facultad no hay historia pura, me toca conformarme con las asignaturas obligatorias de los primeros cursos de todas las carreras.

—Bueno, se supone que si algo te gusta de verdad, eres capaz de disfrutarlo en todas sus formas.

No sé de dónde ha salido eso, pero casi estoy hasta orgullosa de lo poético que me ha quedado. Él mantiene ese silencio que parece definirlo, y después sonríe un poquito. Casi imperceptiblemente, pero ahí está. Esa sonrisa destinada a hacerme perder la cabeza.

—Tienes una esencia muy poderosa, ¿lo sabías?

Ese comentario sí que se me ha escapado totalmente. Podría intentar echarle la culpa a mi nuevo yo, pero sé que sería una vana excusa. He sido así siempre.

—Gracias —bromea—. Creo que es el mejor cumplido que me han hecho nunca, y más si proviene de la Invocadora.

—Quizás ahora deberías rendirme pleitesía —le sigo la broma.

—Oh, mi señora, a sus pies me hallo.

«Al final, voy a acabar yo a los tuyos» pienso, pero por suerte esas palabras no salen de mi boca.

Llegamos a mi casa y deja el coche parado enfrente de la pequeña portezuela de la valla del jardín que nunca cuidamos. Le miro y le sonrío antes de despedirme.

—¿Os veo mañana? Me ha dicho tu abuela que quiere que vaya a comer con vosotros.

Él asiente.

—Yo te llevo. Estate lista a las dos.

Salgo del coche y me quedo plantada enfrente de la ventanilla, sin saber cómo decir adiós después de aquel día tan surrealista.

—¿Cuándo te mudas? —Es lo único que se me ocurre preguntar.

Él sonríe y, como toda respuesta, dirige el coche hacia la izquierda para aparcarlo enfrente del garaje de su nueva casa.

Eso, desde luego, va a ser muy interesante.

🐻🐻🐻

Cuando por fin llego a mi cuarto ya estoy agotada. Mi madre me ha dado una vara criminal y me he tenido que inventar una trola de esas que no soltaba desde que era preadolescente. Sobre haber hecho una apuesta con Cris o algo así. La verdad es que ni me acuerdo. Saco el móvil y me lo encuentro a reventar de mensajes de mi mejor amiga. Se debió quedar muy preocupada anoche, y no la culpo. No es propio de mí querer irme la primera. Normalmente, soy yo la que la tiene que convencer para que acabemos viendo amanecer. Es algo que me gusta de manera perversa. El convencerla y ver cómo se esfuerza en no dormirse, no el amanecer como tal. Aunque este último acabe llegando siempre como un triunfo.

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now