30

119 24 7
                                    

—¿Cuánto tiempo creéis que tenemos?

Mi pregunta resuena en el silencio que se ha creado en el comedor. Por algún motivo me cabrea especialmente que Khadim y Sarah no parezcan preocupados en lo más mínimo por la situación, aunque de forma objetiva sepa que no conocían a Cris y por tanto, es evidente que les da bastante igual lo que le pueda pasar. Pero a mí no.

Somos una cantidad de personas casi absurda, joder. Y ninguna dice nada útil. El silencio nos está devorando.

Y una parte cada vez más grande de mí empieza a arder por el hecho de que a nadie le importe lo que a mí sí.

«Quizás esta sea mi propia esencia despertando» pienso mientras dejo que se miren entre ellos para decidir quién me contesta.

Le doy un par de vueltas al anillo de mi dedo índice, nerviosa.

—No lo sé —acaba respondiendo Nana, tomando la palabra.

Sus facciones, ya de por sí serias, se han vuelto tensas.

Nico está a mi lado y pasa su brazo por mis hombros. Es una sensación extraña, porque cada pocos segundos me olvido de que está ahí. Como si estuviera acostumbrada a ello, como si todo mi cuerpo aceptara ese apoyo. Y estoy cómoda pero a la vez, sé que no es natural.

Leo está al fondo de la sala, con la espalda apoyada contra una estantería de libros y los brazos cruzados. Tiene la mirada perdida en algún punto del suelo y, como siempre, no tengo ni idea de lo que estará pensando.

Mi madre está a mi otro lado, mirando a todo el mundo alternativamente, nerviosa. Con el labio inferior temblando. Tiene los puños apretados y sé que está a punto de saltar del asiento, pero que se está controlando.

«Al final va a resultar que la conoces mejor de lo que pensabas» pienso para mí.

Sigo dándole tantas vueltas al anillo que creo que me voy a hacer una rozadura en el dedo, pero es la única manera que encuentro de no ponerme a dar puñetazos.

—Pues tal y como yo lo veo, tenemos que ir lo antes posible —acabo diciendo, aún desde mi posición sentada en el sofá, pero me desprendo del agarre de Nico suavemente y su brazo resbala por mi espalda.

—No sirve de nada precipitarse —interviene Leo, con voz grave y clara, aún sin mirar a ningún lugar en concreto.

—Tampoco sirve de nada esperar —replico—. Iremos los transformados y yo. Seguro que no se esperan que ya tengamos a tanta gente capaz de usar su poder. Los pillaremos por sorpresa.

Lo digo con toda la firmeza de la que me siento capaz, que por desgracia no es demasiada. Leo no parece nada contento con mi idea.

—¿Eso crees, Lara? ¿No te has parado a pensar en que es probable que ellos también estén preparados, mucho más que nosotros? Al fin y al cabo, hemos sido los Thaos los que hemos reaccionado a su movimiento. Con total probabilidad, demasiado tarde. Lo más lógico es pensar que nos superan en número.

Noto como la ira, que estaba conteniendo a duras penas hasta el momento, sube por mi espina dorsal hasta instalarse en mi cabeza. Y cuando vuelvo a abrir la boca, mis palabras están impregnadas de ella:

—¿Y qué pretendéis hacer, dejar a Cris a su suerte? ¡Es mi mejor amiga, joder!

No sé cuándo me he levantado. Ni siquiera he sido consciente de hacerlo, solo me doy cuenta cuando noto una ráfaga de aire frío acariciarme los hombros. Hasta el clima parece haberse vuelto más gélido, turbio. Leo alza la mirada por fin y clava sus ojos en mí. Su esencia se sacude en cuanto lo hace, lo noto: se estremece de alguna manera, y no puedo identificar el por qué. Sigue tan denso como siempre.

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now