6

314 56 41
                                    

Estamos de nuevo en la casa. Cómo no. Desde el momento en que salí corriendo tendría que haber sabido que acabaría de vuelta allí. Al fin y al cabo, mis planes nunca salen como deberían, así que no sé por qué esto iba a ser una excepción.

Nana me observa mientras me hace un té, aunque yo odio el té. Sabe a agua de fregar. La cosa es que me he acabado por sentir culpable de decirle que no a todo lo que me ha ofrecido para calmarme, y lo último que se le ha ocurrido es el té. Así que venga, por qué no. Hoy todo es posible.

Yo estoy apoyada, abrazada a mi torso, en la encimera de la gran cocina, que ha resultado estar al fondo de ese gran recibidor. Leo se coloca a mi lado, cerca, como si quisiera asegurarme que estoy a salvo. De alguna manera, sé que en esa casa no me va a pasar nada. Y eso es, en parte y por algún motivo, lo que más miedo me da. Significa que en cuanto salga podría ocurrir cualquier cosa.

La cocina tiene un estilo antiguo, pero se nota que los electrodomésticos son muy nuevos, como si los acabaran de cambiar. Me supongo que, con toda su familia mudándose allí de nuevo, han tenido que hacer una gran remodelación de toda la vivienda. Dejo a mi mente vagar por esos pensamientos tan triviales y me ayuda a tranquilizarme un poco. Aunque la angustia sigue dentro de mi pecho y amenaza con no irse jamás.

—Ese hombre...—murmuro, con la vista clavada en el suelo.

—Era un Kulua, sí —se apresura a contestar Nana, apagando el hervidor de agua y agarrando una taza de la alacena—. Uno de los pocos que, por ahora, han conseguido recuperar su dualidad de manera temporal. Su aspecto humano.

—¿Temporal?

—Por el momento, no se ha visto a ninguno lejos de la costa. Esto nos hace pensar que no pueden mantener el cambio en el tiempo, que tienen un plazo límite en el que volver al mar. Por eso, por ahora estamos a salvo. Este era un emisario, probablemente destinado a asustarnos y a hacernos pensar que son más numerosos de lo que en realidad son.

—¿Y cómo sabe...?

Dejo la pregunta en el aire, sin verme capaz de acabar de formularla. La anciana vierte el agua en la taza, con un sobrecito de té verde, y no me mira cuando me contesta:

—Saben que eres tú. Tu linaje es claro, y hay algo dentro de nosotros que... te siente. Siente ese poder, lo que puedes hacer. Así fue también como te localizaron anoche.

—La verdad es que podías habérselo puesto un poquito más difícil —interviene Leo, negando con la cabeza—. Irte así a bote pronto a la playa, ponerte tan cerca del mar... a quién se le ocurre. Seguro que la Kulua no se creía la suerte que estaba teniendo.

Le clavo una mirada indignada, que me sostiene como si tal cosa, y frunzo los labios. Decido que lo mejor será ignorar su comentario porque en estos momentos no me siento con demasiadas fuerzas para discutir. Aunque que no se confíe, la paz no durará mucho.

—¿Qué quieren hacer conmigo?

Nana da dos pasitos hacia mí para tenderme la taza, y la agarro entre ambas manos, notando su calor. Pienso usarla más de estufa, para combatir el frío que aún siento por dentro, que para beber.

—Pretenden impedir que la Invocadora vuelva —dice, sencillamente y apoyándose ella también en la encimera, a mi otro lado.

—¿Matarme?

Me recorre otro escalofrío de punta a punta al atreverme a preguntar eso. La anciana parece pensarse la respuesta con cuidado.

—No creo que de primeras te quieran matar. Poseidón siempre ha sido un ser muy curioso, y querría estudiarte para ver si podría sacarte provecho.

Invocadora [COMPLETA]Where stories live. Discover now