PRÓLOGO

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Mansión Ikemori, antes del nacimiento de Iris

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Mansión Ikemori, antes del nacimiento de Iris.

—¡No! ¡No! ¡No! 

Jade se despierta de golpe, observa que está en su habitación y en cama e intenta recuperarse, pues parecía que por un momento olvidó respirar. Takuya se había despertado al escuchar su grito y la sostiene de la mano y comienza acariciar su cabeza con la otra para ayudarla a recuperar la calma.

—¿Estás bien? ¿Tuviste otro mal sueño? gritaste... —expresa preocupado.

—Sabes que esos no son solo sueños...
—responde mientras intenta sentarse.

Takuya le ayuda a incorporarse, ella coloca su mano y la de él en su vientre, Iris se está moviendo. Él lo siente y comienza a sobar suavemente.

—Creo que también la preocupaste... vamos Iris, ayúdame a calmar a mamá.

Él le da un cálido beso a la gran barriga y la bebé responde moviéndose al ritmo de los movimientos de la mano de su padre, lo que no causa dolor a Jade; Takuya levanta la cabeza y se acerca a su esposa para rozar su mejilla y darle un beso en la frente, luego pasa su brazo por detrás de ella, la acomoda en su hombro y continúa las caricias, la bebé parece quedarse dormida pues deja de moverse al poco tiempo.

—Desde que estoy embarazada, no puedo controlarlo, tengo sueños en los que estamos bien y otros donde veo a Iris, siendo tan joven, recorriendo un camino lleno de peligros sola, ella tendrá que sufrir por mi causa —sostiene su cabeza intentando contener las lágrimas.

—Prometimos no hablar de esa forma,
—le toma ambas manos y las presiona un poco—, en todo caso sería por nuestra causa, pero no podemos dar nada por sentado, el futuro cambia con cada decisión que tomamos, busquemos uno en el que podamos estar todos juntos y ser felices.

Takuya sonríe dulcemente limpiando las mejillas de su  esposa, humedecidas por algunas lágrimas que había derramado. Jade coloca sus manos sobre las de él y también le regala una leve sonrisa.

Seis meses después del nacimiento de Iris.

Jade entra a la habitación de la bebé, se aproxima a la cuna y la observa dormir plácidamente. En sus manos sostiene una hermosa cajita de plata con incrustaciones de zafiro, la abre y saca una llave, de aspecto singular, además había sido modificada para que se vea como un dije.

—Abre la puerta cuando sea tiempo —susurra y fija con un alfiler de seguridad el dije en su ropa, ya que aún no puede usar la cadenilla en el cuello y luego la besa en la frente.

La madre saca otro objeto de la caja, ésta vez con forma de candado, se aproxima al espejo de pie, que está en la misma habitación.

—Muestra el camino cuando la llave se una a ti —dice y coloca el objeto en la parte superior, éste comienza a expulsar unas ramas que rodean el espejo, como si lo abrazara y luego se inmovilizan para volverse del mismo material que aquél, plata.

Jade vuelve a mirar a su hija.

—Es lo menos que podemos hacer... tu destino es más grande que el de todos, no quisiera que fuera así, pero si lo impedimos será peor, espero puedas perdonarnos algún día.

La mujer se retira silenciosamente, Takuya le espera en la puerta, juntan sus frentes, lágrimas caen de ambos, pero comparten una sonrisa, pues lo que hacen es para protegerla y ayudarla a llegar a dónde debe.

La mujer se retira silenciosamente, Takuya le espera en la puerta, juntan sus frentes, lágrimas caen de ambos, pero comparten una sonrisa, pues lo que hacen es para protegerla y ayudarla a llegar a dónde debe

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