we so good.

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27 DE AGOSTO, 2019MARTESBUENOS AIRES, ARGENTINA

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27 DE AGOSTO, 2019
MARTES
BUENOS AIRES, ARGENTINA

Nos subimos al avión en medio de las lágrimas perdidas de mi familia. Mamá prometió verme en Alemania, papá solamente me dijo un "hasta luego".

Miré la hora sobre mi reloj cuando estuvimos en Buenos Aires. Las casi cinco de la tarde marcaron el día veintisiete en la gran ciudad, mientras Lando se encargaba de tomar las maletas entre sus manos, de camino al hotel provisorio, nuestro próximo vuelo a Francia salía el veintiocho a eso de las tres de la tarde. Especialmente por que yo lo había pedido así.

Allí fue cuando Charles lo notó, sonriéndome a la distancia, mientras yo sostenía mi valija.

Lando se acostó a dormir en el momento en el que tocó la cama, mientras nuestros amigos imitaban su acción y yo solo estaba en una llamada con Mick, que me hablaba acerca de la carrera que se acercaba, la número 17 en Monza, Italia. Un par de comentarios y una charla bastante larga de temas completamente randoms fueron suficientes para que acabemos a eso de las siete de la tarde. Donde me digne a levantar a Lando, cosa que se me hizo prácticamente imposible.

—Bueno... diez minutos más. Pero salgo del baño y te quiero ver despierto Lan. De lo contrario me voy yo sola.— solté una leve risa al escuchar su 'Ajá' en forma de susurro.

Mis pasos me llevaron directamente hasta el baño, donde me dí una corta ducha que no duró más que unos seis minutos. Al salir pude ver el vestido colgado a un costado, con mis tacones por debajo.

No tardé en vestirme y volver a colocarme la bata encima de la ropa para así maquillarme levemente, sonriendo al ver como Lando abría la puerta con sus ojos entrecerrados y la camisa a medio abotonar.

—Ay, que linda.— dice él, abriendo completamente sus ojos para mirarme con algo de emoción en él, haciéndome poner nerviosa.

—Ay, gracias.— digo yo, sonriéndole mientras termino el delineado.

Solté una risa al ver su cara de concentración sobre mi cabello, el cuál empezó a peinar de manera suave, como era de costumbre en él.

—A veces no lo creo.— habla en un susurro, mientras yo paso el pincel del gloss por mis labios.

—¿El que?— le pregunto, dándome vuelta para mirarlo y acomodar su cabello, que a estas alturas, por la siesta de horas que se había tomado, estaba bastante despeinado.

—...Que seas mi novia...— dijo, con una actitud vergonzosa mientras se escondía en mi cuello, donde sentí el calor que provocaba su respiración y su sonrisa.

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