Capítulo 7

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En el edificio viejo en donde Leo vivía había mucha actividad. Todos se estaban preparando para ir a las carreras del desierto.

Era el evento más grande de carreras ilegales que se organizaban, se le decía desierto por estar en una zona desértica, en uno de los pueblos más pobres de todo el país.

—¿Ya alistaste todo? —preguntaba Lara a Leo.

Lo veía muy pensativo.

—Sí, todo bien.

—De acuerdo, voy a avisarle a tú hermano para que podamos salir de inmediato.

—Perfecto ­—respondió.

Su timbre de voz fuerte la hacía ver como todo un macho alfa.

—Te veo algo triste hermano —bromeaba Tony.

Leonardo solamente lo vio de reojo, pero no respondió nada y cerró el maletero.

—¿Acaso no estás emocionado? ¡Vamos a ganar mucho dinero! —volvía a agregar Tony.

Era el bromista del grupo, incluso a veces parecía niño. Pero era el más inteligente de todos en lo que se refería a mecánica y tecnología.

—No te emociones —dijo Leo viéndolo fijamente.

—¡Vamos Leo! Ambos sabemos que tenemos el mejor auto y además a los mejores corredores.

—Aún no lo terminas.

—Pero lo terminaré hoy mismo cuándo ya estemos allá.

—Si está todo listo es hora de que nos vayamos —dijo Layo.

En musculatura tanto Layo y Leo eran igual. Ambos eran altos y con aspecto fuerte, únicamente en el timbre de voz las cosas cambiaban y era que Leo, aunque era el hermano menor, tenía un timbre de voz más fuerte que el de su hermano.

En la seriedad, ambos daban miedo. Aunque Leo solía ser más risueño y eso que la risa no era algo que los diferenciara, ya que raramente sonreían a menos que fuera de una forma sarcástica. Por ello era por lo que Layo encontraba rara la forma de sonreír de la nada de su hermano.

Era claro que Leo no estaba muy emocionado por las carreras, era la primera vez que adelantaban las fechas y por ello no pudo despedirse de Emily, estaría fuera por una semana y días prácticamente, y no le agradaba del todo la idea de irse y ya. Aunque eso no lo decía y trataba de mantenerse al margen de sus sentimientos y enfocarse en ganar.

Cuando llegaron después de prácticamente un día completo de manejo, se encontraron con un campamento muy bien armado. Corredores clandestinos de todo el país estaban allí, ellos tenían una casa rodante que les ayudaba a hospedarse de mejor forma y así pasar las noches más cómodamente, además, que por la falta de árboles el frio se solía sentir con más ganas en la noche.

Brayan había manejado la casa rodante; Layo el pick-up con el que remolcaron el auto que Tony aún debía terminar de arreglar, Lara iba con él, y Leo con Tony llegaron en el auto que usaban normalmente para las carreras.

Cuando se les vio llegar, varios salieron a saludarlos de inmediato. Sobre todo, porque las carreras se dividían en grupos al principio, y no era extraño que muchos quisieran estar en el grupo de Layo, eso les ayudaría a reforzar y así vencer a los extranjeros, que eran corredores que llegaban de otros países. Era un tipo de acuerdo que hacían entre ellos.

—Hola —saludaba una chica rubia al ver a Leo—. ¿Y Barbara? —preguntó intentando buscarla.

—Sucede que no vino.

—Entonces estás libre —sonrió.

—Puede ser.

—Si gustas te invito a que te quedes conmigo está noche.

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