Capítulo 37

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Cuando llegaron a la hacienda la seguridad estaba duplicada, Lagarto fue el primero que salió para atender a su jefe y ponerse a sus órdenes.

—Estás sin zapatos, será buena idea que vayas a cambiarte —comentó Eleazar.

Se veía muy serio desde el comentario de Lizardo por lo que ella no quiso indagar, no por el momento.

—Te veo adentro —respondió y fue a la casa.

Rosa estaba al pendiente también, y ya tenía listo un té de limón por aquello de los sustos. Claro que ella también se asustaba, pero de cierta forma ya estaba acostumbrada a ese tipo de sorpresas.

—Estaba preocupada hija, pero que bueno que estén bien —dijo Rosa, y le dio un abrazo a Emily.

—Fue todo tan rápido que creo que ni tiempo de asustarme me dio.

—¿Eleazar cómo está?

—Él está bien, creo.

—¿Por qué lo dudas?

—No por nada, quizás es el shock nana. Prácticamente me gasté todas las municiones de mi arma y ni cuenta me di. Voy a subir a cambiarme y darme una ducha.

—De acuerdo mi niña.

Emily se había quedado muy pensativa, si estaba sorprendida por lo que había vivido, pero no era la primera vez así que de cierta forma fue un poco más llevadero, aunque le sumara que ahora había actuado como debía hacerlo antes.

Su ropa ya estaba en la habitación que compartiría con Eleazar por lo que entró, pero al no saber cuáles eran los cajones de ella comenzó a buscar uno por uno en todos, hasta que se topó con una serie de fotografías que jamás había visto.

En ellas se veía a él y a Mouro comiendo muy tranquilos, y con otro hombre que seguramente era el famoso: "comarca"

—¿Qué haces? —preguntó Eleazar extrañado.

—Estaba buscando mi ropa interior y me encontré con esto. ¿Eras amigo de Mouro?

—No precisamente, guardo la foto porque es la única que tengo con el "Comarca" fueron buenos tiempos Emily.

—¿Y Mouro siempre fue así de malo?

—No exactamente, no conmigo porque se supone que era su aliado. Pero no quiero hablar sobre eso.

—No, yo tampoco.

—Ven aquí por favor —dijo y la abrazó—. Perdóname por exponerte a esto.

—En las buenas y en las malas, esa fue la promesa —lo vio ella fijamente.

Él ya no dijo más y la besó.

—¿Puedo preguntar algo?

Emily no estaba muy segura de que fuera el momento, pero deseaba hacerlo.

—No, no ahora. ¿Por qué mejor no nos damos un baño? —sonrió con picardía.

Había algo especial que Emily notaba en su esposo, no parecía cómodo con la situación que acababan de enfrentar pese a que no era la primera vez. Era como si Eleazar no hubiera perdido aún su tono de humanidad que era lo que no le complacía haber dejado cuerpos tirados, a ella no era que no le afectara, era sólo que su puntería no había sido tan afinada por lo que no se podía sentir mal; más que por algunas heridas en sus adversarios.

La ducha estaba tibia y ninguno de los dos podía evitar recordar la ocasión en la que ya la habían compartido, pero en diferentes circunstancias: la vez que Mouro había llegado por Emily.

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