Nuestras Reglas

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Pov Poché

—te necesito mía, ahora —susurró contra mis labios cuando tuvimos que separarnos por aire, lentamente comencé a dar pasos aun con sus labios sobre los míos dirigiéndonos a ambas hasta donde habíamos colocado una manta, no me importaba estar al aire libre en ese momento solo quería sentirla mía con esa luna tan brillante de testigo en aquel campo de golf.

Como pudimos llegamos hasta la manta en el pasto, parecía que ninguna de las dos quería separarse o parar, una vez estuvimos sentadas sobre la manta aproveché para sentarme a ahorcajadas sobre ella quería poder mirarla a los ojos y saber qué es lo que ella quería.

—eres hermosa —dije acariciando sus mejillas y limpiando las lágrimas que seguían corriendo por ellas.

—Te amo —dijo sorprendiéndome y llenando mi corazón de felicidad— cada parte de ti.

Había esperado tanto por el momento en que pudiera decir que Daniela calle era nuevamente mía que no lo quería desperdiciar hablando y simplemente la besé lentamente dejando que fueran mis labios quienes guiaran lo que sentía, un ritmo lento haciendo una presión ligera dejando que ese beso activara sus sentidos, sus labios carnosos se movían al compás de los míos casi como si nuestras bocas estuvieran danzando, poco a poco fui haciendo que ella se acostara completamente dejando caer mi peso sobre ella.

—te amo Daniela Calle —dije al separar mis labios de los suyos para después llevar mi boca a uno de sus puntos mas débiles, la zona debajo de la oreja al sentir mi lengua ahí su piel se erizó y un ligero jadeo salió de ella, sus manos bajaron de mi cintura hasta mi trasero.

Mi intención era provocarla y comencé a mover mis caderas a un ritmo lento que la hiciera volverse loca, sentí como se aferraba más a mi trasero e incluso dio un ligero golpe en el lo que me hizo sonreír, imposible olvidar como Daniela Calle juega durante el sexo.

—no sabes cuánto extrañé esto —dijo apretando mi trasero aun más, mientras yo seguía moviendo mis caderas me incorporé quedando sentada sobre su pelvis con una sonrisa perversa en el rostro, la tenia donde yo quería.

—¿y estas no las extrañaste? —pregunté con una voz inocente llevando mis manos hasta mis pechos apretándolos y acariciándolos. La mirada en ese momento de Daniela me hacía sentir la mujer mas deseable en la tierra, su mirada decía que quería devorarme y yo quería ser devorada.

—muéstrame —dijo con la voz entre cortada para después morder su labio inferior.

No esperé a que lo volviera a repetir, inmediatamente quité mi blusa arrojándola por ahí, quedando solo en sujetador blanco, continué masajeando mis pechos mientras mi respiración se volvía cada vez mas pesada gracias a la mirada de Daniela, sin pensarlo dos veces desabroché mi bra y dejé al aire libre mis pechos, ella sin pedir permiso quito mis manos de ellos remplazándolas por las suyas tocando como si lo extrañaba, cada caricia me hacía estremecer, no importaba nada ni el fresco viento tocando mi piel o que estábamos en un lugar público solo importaba ella.

La noche a pesar del viento era cálida algo raro para ser Bogotá y teníamos a la luna iluminando nuestros cuerpos que estuvieron desnudos al poco tiempo entregándonos una a la otra, haciendo el amor como solo nosotros sabíamos hacerlo, uniendo dos almas, fundiendo nuestros cuerpos y sincronizando nuestros espíritus, somos Calle y Poché, somos Daniela y María José, Somos Caché, amigas, amantes, pareja, novias, enamoradas, somos el todo de una sola vida.

—Te amo —susurré al tiempo que uno de mis dedos se metía traviesamente en su centro recibiendo como premio el mejor sonido que había escuchado salir de la boca de calle, entre y salí un par de veces antes de separar mi rostro de su cuello e introducir un segundo dedo deteniéndome para mirar su rostro sumido en el placer de mis caricias, quería llevarla hasta las estrellas y hacerla recorrer la galaxia entera. 

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