Epílogo

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Tres años después.


Un sonido constante y rítmico de muebles colapsando contra la pared llenó el espacio del departamento. Las dos personas causantes del caótico escenario se encontraban lo suficientemente ocupadas en una batalla de cuerpos cálidos y sudorosos; no podían estar menos interesados en que los oyeran.

La joven saltaba sobre el regazo del hombre que yacía sentado debajo de ella, mientras pronunciaba palabras en un idioma desconocido para quien felizmente ayudaba a llevar a cabo la actividad y sostenía la cintura ajena.
Yuu no comprendía ni una palabra, sin embargo, la manera en que la voz se deslizaba en un perfecto francés lo mantenía completamente extasiado. Un susurro desesperado llegó a sus oídos un momento antes de que Mickaellie se abandonara ante la cálida y electrizante sensación, emitiendo un ligero y glorioso gemido.
El moreno la empujó con cuidado hasta que la espalda de su futura esposa tocó las sábanas. Se introdujo varias veces más y alcanzó su punto minutos después, escondiendo la cara en el cuello contrario a la vez que gruñía en señal de satisfacción.
Cansada, Mickaellie levantó la mano para acariciar el cabello oscuro del hombre y susurró unas bonitas palabras de afecto. Yuu dejó escapar un largo suspiro y se tensó inevitablemente cuando su melena fue revuelta de manera cariñosa.

—Si continúas haciendo eso, me quedaré dormido. Y no creo que vaya a gustarle ser aplastada, señorita. Deberías detenerte.

La chica sonrió conmovida y continuó con su tarea. Era consciente de que él estaba siendo tímido en aquel momento, tal vez un poco incómodo por el hecho de dejarse mimar luego del frenético encuentro; razón por la cual siempre intentaba escapar y actuar como si pudiera vivir sin aquellas muestras de afecto.

Yuu había aprendido a la fuerza que el sexo era solo sexo. Durante toda su vida había estado acostumbrado a ver la espalda de las mujeres con las que se acostaba mientras se vestían y lo dejaban solo. Él pensaba que era normal que lo apartaran y le hicieran sentir como un objeto de diversión, pero eso había terminado cuando Mickaellie le enseñó lo fácil que era sentirse querido y deseado más allá de lo físico. Pero seguía siendo algo extraño para él, se rehusaba a entender la razón por la que se sentía bien ante la mirada cálida, la sonrisa genuina y las caricias en su cabello. O por qué encontraba todo eso más emocionante que cualquier otra cosa antes conocida.
Mickaellie le había mostrado todas las facetas del amor, incluyendo hasta las más sacrificadas, y eso lo arrastró a un punto donde las emociones que antes había reprimido lo comenzaban a sofocar; entró a un mundo en donde sentir con el alma era más importante que sentir con el cuerpo. Aunque saberse amado era algo hermoso y nuevo, Yuu sabía que necesitaba ayuda para procesarlo y sanar todas sus inseguridades, para ser capaz de construir una relación sobre cimientos sólidos y para entender que él ya no era un objeto,  lo que lo llevó a intentar una terapia. Era difícil, pero cada vez iba cediendo un poco más ante las muestras de afecto de su futura esposa después de tener relaciones.

Suspiró otra vez.

—Mañana iré al cementerio. Dejaré unas flores.

La joven asintió.

—Hana estaría feliz de que lo hicieras.

A pesar de todo, Mickaellie había comprendido que una relación no solo se trataba de amor, sino de ceder a ciertas cuestiones y esperar que la otra parte cediera también; una de ellas era dejar el rencor atrás y alentar a Yuu a que visitara a su madre en el cementerio. A cambio, Mickaellie podía trabajar en la biblioteca y librería de la ciudad junto a Kazuki sin que Yuu comenzara a quejarse.
El hecho de que pasaran varios años puso las cosas en su lugar de una manera natural. Mickaellie seguía sin sentirse apresurada a casarse, lo cual terminó por convencer a Yuu que lo harían en el momento indicado; el tiempo le había confirmado que no necesitaba más para que ella estuviera a su lado.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEحيث تعيش القصص. اكتشف الآن