Capítulo 16

1.8K 151 29
                                    


Me subo a su camioneta porque no quiero que alguien me vea mientras le espeto todo lo que tengo para decirle. Puedo estar arrastrándome por sus huesos, pero estoy tan jodidamente enfadada por lo que hizo en el salón y por haberme echado así de su casa, que no puedo parar de gritar.

—¿Y cómo crees que voy a darte explicaciones si tú no me dejas hablar?

—¡Ahora no quiero tus jodidas explicaciones, Yuu! ¡Ni siquiera sé para qué vine hasta aquí! ¡Estoy enojada contigo por muchas razones, y lo sabes!

Estoy mirando por la ventana, pero sé que está a punto de encender un cigarro, y la verdad que eso logra enojarme aún más. ¿Por qué fuma? ¿No sabe que eso hace mal? 

—Tienes razón —dice y, cómo no, larga el humo cerca de mí—. Me pasé tres pueblos. Lo siento por sacarte así de mi casa, y por llenarte de tareas. Ahora, si estás más calmada...

—¿Y así arreglas tú las cosas? —siseo e intento bajar la ventanilla, frustrándome cuando no lo logro—. ¿Al menos estás considerando la posibilidad de retirar el cuestionario?

Shiroyama niega con la cabeza, y decido que hasta aquí ha llegado nuestra conversación. Le saco el cigarro de la boca mientras abro la puerta y salgo. Lo tiro y lo piso fuerte, apagándolo con toda mi rabia.

—¡Odio esta cosa! ¡Deja de fumar!

—¿Qué haces? —espeta y me mira mal.

—Voy a estar esperando mi cero con muchas ansias —doy un portazo—. Porque ni creas que vas a joderme la semana de exámenes.

Y como la chica madura que creo ser, me retiro.

[ . . . ]

—Hey, Mickaellie.

Me siento incómoda al instante en que escucho su voz. ¿Cómo se supone que tengo que actuar cuando sé que le ha mentido a Yuu (y quizás a otras personas) sobre nosotros?
Kazuki tiene esa cara de que no mataría ni una mosca en su vida, por lo que me cuesta creer que es la misma persona que miente a mis espaldas.
Le doy una sonrisa forzada y vuelvo la mirada hacia el pilar de libros que tengo frente a mí. Me siento patética por varias razones, aunque una en particular me hace sentir la más estúpida del mundo: Estoy en la jodida biblioteca buscando libros para comenzar a completar el cuestionario.

—Hola, Kazuki —respondo.

—¿Estás buscando algo en particular?

—Umm... No —miento—. Estoy mirando, sólo eso.

—¿Puedo recomendarte uno?

Asiento porque no sé qué más hacer. ¿Debería decirle que estoy molesta por haber dicho que tuvimos una cita? No tengo idea de cómo sacar el tema sin parecer una rencorosa.

Él busca entre los diferentes títulos y toma uno con una sonrisa.

—¿Astrología? —pregunta interesado.

—No creo en esas cosas, ¿sabes?

Kazuki deja el libro en mis manos y me arrastra a una de las mesas mientras intenta convencerme de que la astrología es algo maravilloso. Se sienta a mi lado y lee algo acerca de las cartas del Tarot y el destino. No me interesa en absoluto lo que dice hasta que comienza a contarme acerca de su madre, ya muerta, y una astróloga que le leía la mano. Dice que la astróloga adivinó que él sería un varón, y que su madre iba a morir en el parto. No ahonda demasiado en el tema, y yo tampoco me animo a preguntar; el dolor en su voz me silencia.

—¿Crees en el destino, Mickaellie? ¿Que ya está escrito o algo así?

—No lo sé. ¿Tú crees?

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now