Capítulo 5

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El florero al lado de la ventana es, tal vez, la única prueba física de lo que ha sucedido esta tarde. Si no viera las hermosas rosas, creería que todo lo que mi cabeza reproduce una y otra vez no es más que un sueño. ¿Cómo se sentirá él? ¿Lo habrá notado? ¿Qué debería hacer a continuación?
Quiero llamarlo y poner en palabras lo que me pasa, pero eso no cambiará nada, incluso puede que las cosas se pongan raras... Lo mejor será olvidar este tema.

Enciendo el reproductor de música y tomo un largo baño para quitarme esta insoportable sensación de que todo se me va a ir de las manos en cualquier momento. El agua limpia mi cuerpo mientras suena Falling For Boys de Julia Michaels, y la canto a todo pulmón, buscando el buen humor en la letra que tanto me ha identificado durante un tiempo.
Una vez limpia y con el humor más arriba, me pongo el pijama que consiste de una camiseta de Batman que me llega a medio muslo y pantalones cortos. Seco mi cabello y enciendo la televisión buscando algo interesante. Al parecer, esta será otra noche aburrida de insomnio, encerrada en casa.

—¡Mickaellie!

La voz de mi madre hace que me levante de la cama. Perezosa, bajo las escaleras y antes de ir a la sala paso por la cocina a robar un delicioso paquete de Lay's. Cuando llego a la sala ya no me importa la comida; sé que de un momento a otro las papas fritas desaparecen de mis manos, porque caen al suelo.
El cabello rubio trae miles de recuerdos que parecían haberse extraviado en mi memoria hace ya mucho tiempo. No sé si esto es mi imaginación... ¿Es él? ¿Es esta persona aquel niño que decía ser mi mejor amigo?

Como si me leyera la mente, asiente y sonríe. Es él.

—¡Reita!

Abre los brazos y corro hacia él. A pesar de apretarlo en mis brazos, aún tengo miedo de que esto sea producto de mi imaginación. Quiero llorar de felicidad, realmente he echado de menos a este chico desde que desapareció de mi vida hace doce años.
Me siento junto a él y no puedo dejar de mirarlo y sonreír. Me parece increíble.

—Aún no lo creo, ¿realmente eres la niña que conocí?

—¡Lo mismo digo! —vocifero exaltada—. Ha pasado tanto tiempo.

Mi madre nos sonríe y se excusa diciendo que debe continuar revisando unos papeles de su trabajo, así que nos deja solos y nosotros nos miramos con diversión, como si todo estos años no hubieran pasado. Sabemos exactamente qué hacer: corremos a atacar la cocina y buscar comida para llevar a mi cuarto. Ambos subimos con las manos llenas de paquetes de papas fritas, sabiendo que nos quedaremos comiendo y hablando durante horas.

Reita se sienta y señala el paquete amarillo.

—Aún son tus favoritas, ¿eh?

—Di la verdad, solo me reconociste por las papas fritas —bromeo y le doy una suave palmada en el brazo—. Dios mío, Reita, realmente creciste. ¿De dónde salieron esos músculos?

—Deja de hablar de mis músculos y cuéntame todo.

—Ah, no —lo corto—. Aún tienes que explicarme cómo es que estás aquí.

Él sonríe y me da un panorama básico de lo que ha sucedido. Sus padres le han regalado un departamento cerca de aquí y mi madre lo ha contactado al enterarse. Al parecer, ella también le ha contado sobre la terapia y lo importante que es para mí. La conversación alegre se torna un poco nostálgica y triste; luego de lo que sucedió, sus padres se lo llevaron lejos y no supe nada más de él hasta ahora...
Akira Suzuki, o Reita, como me gusta llamarlo, es tal vez la única persona en la que puedo confiar incluso si no lo he visto durante años. Desde niños supe que jamás conocería a otra persona que pudiera ser mi mejor amigo, no importa cuánta gente conozca, él será siempre el mejor para mí.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now