Capítulo 15

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Aparco el coche en la entrada de mi casa y respiro para tranquilizarme. En el trayecto ha comenzado a llover y casi choco, pero eso es algo que nadie debería saber. Afuera hay una tormenta impresionante y no puedo evitar empaparme mientras corro hacia la casa.

Cierro la puerta sin cuidado porque sé que mi madre no está y prendo la luz de la sala.

—¿Mickaellie?

Bueno, sí está. No me lo esperaba. La verdad es que quería poner música a todo volumen y gritar todas las canciones que pudiera hasta dormir.

—Sí, soy yo —respondo.

—¿De dónde vienes? —pregunta y se apoya en el marco de la puerta de la sala—. Creí que estabas en tu cuarto.

Aquí vamos, va a regañarme.

—Umm... Eh... Yo... ¿No se suponía que estabas en la fiesta de la constructora?

—Son las cuatro de la mañana, por si no te enteras.

Sus cejas levantadas son lo que menos necesito ahora. ¿Cómo se supone que le voy a explicar lo que pasó, y que anduve dando vueltas con un coche que no sé manejar porque estaba lo suficientemente cabreada como para recorrerme todo el país?

—Lo siento, salí un momento. Necesitaba despejarme.

—¿Estás bien?

—Sí, no te preocupes.

Sabe que no estoy bien. Dios santo, ¿en qué momento se me ocurrió salir de casa? Si no lo hubiera hecho, no estaría en esta situación ahora.
Ella chasquea la lengua, me alcanza una toalla para que me seque y se va a la cocina haciéndome una seña para que la siga. Va a preguntarme, oh no. Tengo sólo cinco minutos para inventarme una excusa por la cara que llevo. Ni borracha le diría la verdad, le daría un ataque si se entera que me gusta mi psicólogo; y que no solo me gusta, sino que ya nos hemos besado y toda la cosa.

Me seco un poco y me aventuro a entrar en la cocina. Me siento frente a ella, incómoda, y me da una taza de café sin dejar de mirarme. Debe de estar eligiendo las palabras correctas para comenzar con el discurso de "puedes contármelo todo", para luego seguir con el de "deberías hacer esto y esto...", y finalizar con la brillante frase de "cuando seas adulta entenderás". La realidad es que no quiero estar sentada una hora escuchando cosas que me ha repetido toda la vida, así que me adelanto. Soy la primera en hablar.

—Me gusta alguien —le suelto como si nada. ¿Por qué dije eso?

—Es normal.

Levanto la mirada hacia ella. Esperaba cualquier otra cosa, menos que dijera eso . Tiene la mirada enfocada en su taza de café.

—¿Saliste a verlo? O verla, no habría problema si tú... Quiero decir, puedes hablar conmigo de ello, Mickaellie. Nunca antes te había notado interesada en alguien, por eso... Eh...

—Mamá, para. Soy heterosexual, ¿de acuerdo?

Ambas estamos nerviosas. Es raro cuando sabes que tienes que hablar de estas cosas, o cuando tienes la charla con tus padres. Con mi madre, en mi caso. Sé que va a ponerse a dar consejos de vida y que me dirá que debo cuidarme, y luego vendrá el tema de la píldora y los condones... Ugh, necesito que no vaya para ese lado.

—Salí a dar una vuelta, no esperaba verlo, pero lo hice —añado para continuar la línea no tan incómoda de la conversación.

—Es bueno que despejes tu mente, pero recuerda que el amor nunca es para siempre, ni verdadero. No lo tomes tan a pecho, diviértete mientras puedas... Eres joven.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now