Capítulo 26

1K 122 37
                                    

Miro el reloj y me calzo unas botas antes de salir. Es lunes, son las nueve de la noche y mi madre ha salido hace media hora a un supuesto festejo en la constructora, por lo que debo aprovechar el momento para llevar a cabo mi plan.
Iré al club nocturno. Lo he pensado durante estos días, escapar no es una solución y desobedecer a Hana es firmar mi sentencia de muerte. He dejado un correo electrónico programado para Kai en mi computadora; me he dado un margen de hora y media, y si no lo cancelo antes de tiempo, se enviará. Entonces él sabrá que estoy en peligro.

En veinte minutos me encuentro frente al club, desencajando totalmente con el ambiente a mi alrededor. Hay personas fumando hierba y algunas chicas extravagantes en tacones, incluso la luz amarillo neón que resalta en un cartel de la entrada del Sweet Lemon me parece algo de otro mundo. Las manos me sudan, no sé cómo demonios voy a enfrentarme a ella.
Doy un paso, a punto de cruzar la calle, pero mi teléfono vibra en el bolsillo de mi sudadera.

—Dime que estás en tu jodida casa y no fuiste al club.

—Estoy frente al club, ¿qué sucede, Kigari? —pregunto ante su voz temblorosa.

—Debí decírtelo antes, maldita sea. Vete de ahí, Yuu no estará y es peligroso. ¡Esa mujer querrá matarte!

Cierro los ojos, consciente del peligro que voy a correr entrando a ese lugar. Sabía que todo era una jodida trampa, sin embargo... El mensaje de Hana me deja claro que sus intenciones son otras, querrá dinero, no matarme. ¿De qué le serviría hacerlo? Yuu se pondría peor y perdería más ganancias.
A Hana no le conviene matarme. No ahora.

—Lo sé —respondo—. Sé de qué se trata todo esto, quédate tranquila. Ella no me hará daño.

—¿Cómo demonios...? ¿Qué quieres decir con que lo sabes?

—Simplemente lo sé.

Corto la llamada y apago el teléfono. No quiero dar explicaciones, tal vez mañana ella comience a indagar, pero no puedo desviar mi concentración del verdadero objetivo: Enfrentar a esa mujer.
Cruzo la calle y me acerco a la puerta, cerrando los ojos con fuerza cuando una mano se posa en mi hombro. Tiemblo de miedo aunque no lo desee, pero logro estabilizarme cuando oigo que el hombre me pide mi identificación.

—Dile a Hana Shiroyama que Mickaellie Takarai está aquí.

Mi voz sale fuerte, sin un ápice de duda o miedo. Ni siquiera sé cómo lo he conseguido. No sé cuánto tiempo paso esperando allí, en la misma posición y con la mirada clavada en algún punto de las puertas oscuras, pero salgo de ese estado cuando la puerta se abre y soy guiada por un hombre.
Las luces dentro son cegadoras, hay mucha gente por aquí y hace calor, además del humo de cigarrillo y el inevitable olor a alcohol. Hay muchas chicas jóvenes acompañando en las mesas, se las ve tristes y claramente asqueadas; siento que debo hacer esto por ellas también, incluso aunque ahora algunas estén mirándome con evidente miedo. Creo que saben hacia dónde me dirijo.

Subimos una escalera, seguimos por un pasillo donde hay varias puertas y el hombre golpea la que se encuentra al final de este. El lugar parece elegante, tiene un toque de misterio y sensualidad que te hace sentir incómoda, incluso las luces tenues son un poco aterradoras. Sin embargo, adentro de aquella oficina todo está demasiado iluminado.
Estoy segura que hubiera sido muy buena idea mantener la vista ocupada con los detalles, en vez de haberla bajado para mirar a la mujer tras el escritorio.
La impasibilidad de su rostro es demasiada, no puedo descifrar sus verdaderas intenciones. Sus labios abundantes y los ojos oscuros me recuerdan a Yuu, pero algo en ella me causa escalofríos.

—¿Qué tal, cariño? —su voz dulzona y coqueta no encaja con su cara—. No esperaba que realmente vinieras.

—¿De verdad? —levanto las cejas en un gesto socarrón. Mierda, no sé de dónde estoy sacando la fuerza para esto.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora