Capítulo 14

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Son las doce de la noche, y es increíble que esté manejando arriba de la velocidad permitida, queriendo controlar el miedo que tengo de encontrar a Yuu en alguna situación autodestructiva.
Dios mío, qué horrible suena esa palabra.

Intento llamar al pelinegro pero, obviamente, no va a responderme. Dejo el teléfono porque no quiero terminar envuelta en ningún tipo de accidente, y cuando llego a la casa, me aventuro a tocar el timbre. Las rejas se mueven cuando intento apretar el pequeño botón, por lo que no espero y me escabullo dentro, medio rezando para que no salgan perros de la nada a atacarme o algo por el estilo.
La puerta del frente está abierta también. Deduzco que quizá él esté dentro, y de tan borracho que iba olvidó cerrarla.

—¿Yuu? ¿Estás aquí?

Mi voz resuena. Sin duda la casa es enorme, aunque bastante monótona y fría, excepto por las cortinas azules y el color marrón de los muebles, que es lo único que le da un poco de color.

—¿Quién eres y cómo has entrado?

Una voz femenina me hace saltar del susto. Me encuentro amenazada por una muchacha de ojos grandes, que aprieta con fuerza una escoba y la levanta hacia mí, como si fuera a golpearme con ello. Muestro las manos en señal de redención, aunque podría tranquilamente quitarle la estúpida escoba y seguir mi camino.

—Estoy buscando a Yuu, ¿está aquí?

—Ah, lo siento. Tú debes ser una de las...—dice bajando la escoba, y hace un ademán con la mano, bajando la mirada—. Lo siento, el señor está en su cuarto, creo que se siente mal. ¿Por qué no ha tocado el timbre?

Me acerco a ella y le regalo mi sonrisa más amable. No sé quién es, pero quizá pueda darme algunas respuestas que necesito.

—Continúa con eso. ¿Yo debo ser de las... qué?

—Nada, señorita. Yo y mi boca que no se mantiene cerrada... Es una tontería.

—No importa, dímelo.

Ella no me mira, pero yo la miro porque me llama la atención que sus ojos sean casi tan grandes como los míos; es baja y delgada, y lleva el cabello tan corto que le llega apenas a los hombros. Creo que no debe tener más de dieciséis años, y eso me causa curiosidad. ¿Será la chica de limpieza, una sirvienta personal, o tal vez es alguna pariente de Yuu?

—Está bien, comencemos otra vez. ¿Cómo te llamas?

—Elizabeth.

—Bien, Lizzy, soy Mickaellie y Yuu es mi psicólogo. ¿Trabajas aquí?

Asiente rápidamente, aunque todavía no me mira. Creo que la intimido.

—¿Puedes terminar de decir lo de hace un momento? Por favor, no importa si es una tontería, sólo quiero saber, ¿de acuerdo?

—Pero...

—Confía en mí y dime, no voy a enfadarme.

Titubea un poco mientras toma valor. Creo que está acostumbrada a que le hablen mal o algo así. Un momento después, abre la boca.

—Pues... Discúlpeme, señorita, creí que era una de esas mujeres que vienen a visitar al señor para los servicios —responde.

—¿Qué servicios?

—Él acostumbra a... Bueno, relacionarse con muchas mujeres, si usted me entiende.

Esto es nuevo. Tenía una mínima idea de lo popular que él es entre las mujeres –y hombres–, pero no sabía que algunas venían a acosarlo a su casa para... ¿Cómo dijo? ¿Servicios? ¿Le llaman servicios a follar?
Intento no sentirme mal con la información, pero es imposible no pensar que, mientras me ilusiona a mí, está con muchas otras más. Está claro que yo no soy la única, que no está loco por mí, y que la atracción que tenemos no es especial. ¿Le debe hacer creer esas cosas a todas? Me siento patética.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now