Capítulo 2

2.2K 161 3
                                    

—No es como si tuviera otra opción —oigo decir a mi madre por el auricular del móvil—. Tengo trabajo, cariño. No llegaré pronto.

Cuelgo rápidamente luego de asegurarme que me dejará la tarde libre para mí en casa. Sin interrupciones, podré poner música a todo volumen y relajarme. ¿Nunca has sentido que la música es la terapia más sana? ¿Que lo cura todo? A veces siento que estoy en otro universo cuando el sonido me traspasa los oídos, es increíble.

Estoy mirando por la ventana del salón de clases, mientras en mis auriculares suena una canción de Lifehouse que habla sobre encontrar algo en medio del desorden. Y en estos momentos sonrío para mis adentros, pensando exactamente lo mismo. ¿Algún día voy a poder encontrar algo bueno en medio del desorden que es mi vida?

—Guarda ese puto cigarro, Kouyou, podrían vernos.

Levanto la vista hacia la blanca puerta. Una melena rubia y extremadamente pomposa se sacude negando con indignación, pero se detiene al verme ahí dentro.
El que me devuelve la mirada tiene unos ojos azules bastante artificiales y algunos tatuajes en el antebrazo, que se notan a la distancia. No puedo decidir si me da una buena impresión, porque el otro a su lado capta mi atención. Es alto y lleva el cabello un poco más oscuro que su amigo.
Ambos me observan pero no dicen nada. O por lo menos yo no los escucho desde aquí, por lo que me quito uno de los auriculares. Estoy casi segura que están pensando alguna clase de amenaza para que no los delate, y la verdad me importa lo más mínimo; siempre termino callándome de manera voluntaria para no tener problemas. Mejor prevenir que lamentar, eso dice mi madre siempre.

—Te dije que guardaras esa mierda —le recuerda el bajo medio gruñendo.

—Eh, tú. ¿Puedes...?

Me encojo de hombros y asiento antes de que termine, vuelvo la cabeza esperando que mi mirada se clave en la ventana y dejo de prestar atención al pequeño incidente, aunque el aroma del cigarro ahora me está envolviendo y comienzo a toser inconscientemente. Odio que las personas fumen a mi alrededor.

—¿Hablas?

La voz está bastante cerca de mi, pero no aparto la mirada para averiguarlo porque no me da la gana meterme con estos dos, me siento insegura e indefensa, sin embargo asiento como una estúpida total a la pregunta.
Esto de socializar no se me da bien, siento un bochornoso calor en mis mejillas cuando la risa, probablemente del bajo quisquilloso, resuena en el salón.

—Está bien, no la obligues —dice el rubio medio burlándose mientras se sienta frente a mí.

—¿Cuál es tu nombre? —pregunta el otro pasando de largo las palabras de su amigo—. Yo soy Kouyou.

Me sorprende la amabilidad del más alto, sin embargo sé que está siendo amigable sólo porque no quiere que cuente su secreto.
Le echo una mirada y me doy cuenta que no lleva piercings visibles, sólo unos cuantos en sus orejas, que son escondidos por el cabello. Tal vez bajo la camisa deba tener algunos tatuajes. O quizás... ¿Tendrá perforaciones en los pezones? Me da dolor con solo imaginar algo como eso.

—Mickaellie.

—¡Nos ganamos la lotería! ¡Hablas! —se mofa el rubio pomposo.

—Sí, hablo —le espeto, aunque mi voz sale sin fuerza—. Hablaría un poco más si dejaras de ser tan ridículamente molesto.

Ni siquiera pude pensar antes de hablar. Sé que me oyó perfectamente, sin embargo él suelta una sonrisa, aparentemente complacido de que le haya plantado cara. Se presenta como Takanori.

—Eres nueva —deduce él—, ¿de dónde vienes?

—Francia.

—¡Mierda! ¿En serio? —susurra el alto, bastante sorprendido—. ¿Y por qué viniste aquí?

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now