Capítulo 22

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Yuu se sienta frente a mí en la silla del escritorio. Su cara, tan pálida y ojerosa, me recuerda a aquella vez cuando descubrí que se cortaba las venas. Ya lo he visto con las defensas bajas, y siempre en momentos tristes tiene esa expresión que me estruja el corazón, como si estuviera aterrado de abrir la boca. Sé que es difícil poner en palabras las cosas que duelen; sé que luego de las palabras viene el llanto, el dolor, el vacío... Lo sé porque he pasado por ello incontables veces. Una y otra vez.

—Mickaellie...

—¿Quién es Hana?

Él abre mucho los ojos y hace un esfuerzo enorme por ocultar el temblor de sus manos. Oh, Dios, ¿por qué se ha puesto así? Ese nombre me aterra de sobremanera, pero que a él le suceda lo mismo me pone enferma.

—Promete que cuando te enteres de todo, me seguirás queriendo —suplica—. Por favor, Mickaellie, tienes que prometerlo. No podría... —solloza y cierra los ojos—. No soportaría que me odiaras.

Asiento, porque no sé si las palabras me van a salir de la boca.

—Hana es mi... madre.

Me desplomo en la cama, completamente en blanco. ¿Su madre? ¿Su madre me está amenazando de muerte?
Confundida y totalmente perdida, quiero formar una pregunta coherente, pero no puedo.
Una lágrima le corre por la mejilla y reprimo el impulso de levantarme y secarla. No soy capaz de hacer nada ahora mismo, solo intentar ordenar el rompecabezas dentro de mi cabeza, pero las piezas están demasiado desordenadas.

—¿Qué...?

—Hana es mi madre. ¿Puedes entender eso? —susurra con su voz quebrada—. Mi madre, esa que me decía que no llegaría a nada en la vida, me tiene entre la espada y la pared.

Su madre... Ella dijo algo sobre pérdidas económicas, su mejor trabajador, que Yuu se había vuelto rebelde... ¿Qué significa todo eso?
Una especie de mal presentimiento me hace doler el pecho. No estoy segura de querer oír el resto de la historia. ¿Por qué su propia madre lo tendría acorralado?

—¿Recuerdas que te conté sobre sus negocios? Cuando ella supo que yo consumía drogas, no se preocupó. Aprovechó aquel momento de debilidad para hacerme entrar en ellos —explica llorando—, y me tiene atrapado.

—Ni siquiera sé si quiero continuar esta conversación... —susurro sentándome en mi cama.

Sus ojos oscuros y empapados me lastiman.

—Querías la verdad, Mickaellie. Aquí está, frente a ti, esto es lo que soy: El hijo de una mafiosa. Hana me vende —confiesa en medio del llanto—, a mujeres; ellas le pagan para tenerme, y si no hago lo que me piden, su mafia me matará.

Tengo el corazón destrozado. Ni siquiera puedo pensar con claridad. Tiemblo, y no puedo controlar todo lo que siento ahora. Él es obligado a hacer esas cosas, no lo hace por voluntad... Ahora comprendo por qué nunca ha querido involucrarse conmigo, por qué ha dicho que era peligroso, y... Cuando Elizabeth habló sobre las mujeres que lo visitaban... Joder, hasta ella lo sabía.

—Dime que estás bromeando.

—No voy a mentirte —responde agachando la cabeza—. Es la verdad. Hana me permitió terminar mis estudios y graduarme como un chico normal —murmura mientras sus lágrimas caen—. Pero nada es normal en mi vida. Quería tener un futuro, así que cuando terminé de estudiar, me fui de Tokio, pero ellos estaban detrás de mí constantemente y no pude salir del negocio. Mientras estudiaba en la universidad, era obligado a trabajar... Sucedieron cosas horribles en ese tiempo, Mickaellie.

—Yuu...

—Vi morir a las personas que me importaban... A gente inocente. Ahora que saben que tú me importas, la mafia de mi madre está apuntándote a la cabeza, esperando nuestro paso en falso para hacerte desaparecer... Y es por eso que tú no puedes estar conmigo.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now