Capítulo 9

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¿Hay algo más horrible que la sensación de que algo malo va a pasar si no entro a tiempo?
Me duele el pecho, el aire es escaso y la adrenalina me corre en las venas. ¿Es que acaso Kigari no puede dejar en paz a Yuu? ¿Por qué demonios está tan malditamente obsesionada?

—¿Qué quiere, señorita Kigari?

—¿De verdad quiere saberlo?

Las voces se oyen distantes, pero claras. ¿Qué demonios está pasando ahí dentro? Me desespera tanto saber que no puedo hacer algo para detenerlo... La risa traviesa de la rubia resuena suavemente, pero es como si estuviera en mi cabeza y sonara hasta hacerme sangrar los oídos.
Sé que puedo llamar a alguien y decirle que abra la maldita puerta, pero si lo descubren... ¿Qué tal si alguien lo acusa y su carrera se ve arruinada?
Puedo también golpear la puerta, pero mi cuerpo no reacciona. Estoy atónita, con un nudo en la garganta y a punto de las lágrimas. Lo que sea que esté pasando ahí dentro, me hace sentir engañada. Sé que es un sentimiento que no me pertenece, porque él y yo no somos nada. Absolutamente nada.

Tengo que buscar la manera de entrar en el salón. Irrumpir, tomar mis cosas e irme. Supongo que Yuu es lo suficientemente inteligente como para notar las intenciones de Kigari. No soy quien para cuidarlo de alumnas obsesionadas y malintencionadas, tengo que mentalizarme en ello.

—Kigari, ¿qué cree que está haciendo?

Creo que voy a vomitar. No puedo siquiera imaginar lo que está pasando, ahora debo concentrarme en abrir la puerta. Busco entre mi ropa, y lo único que encuentro es mi teléfono y los auriculares. Lo único que me queda es buscar la solución en internet.
El famoso clip para el cabello aparece, ese del que he oído hablar en todos lados. Llevo varios puestos, porque por la mañana me es imposible controlar el cabello. Me saco uno y lo introduzco en la pequeña cerradura, pero no abre, me pongo más nerviosa y la sangre me hierve.

Cuando menos me lo espero, unos minutos después, la cerradura cede con un casi imperceptible sonido.

Acomodo mi ropa, preparándome para la entrada triunfal. Respiro pausadamente, dejo que toda la furia recorra mi cuerpo de pies a cabeza. Sé que tengo que entrar, tomar mis cosas e irme.

¿Y después?

Después me echaré a llorar, porque he dejado que Kigari ganara. Cuando dijo "ya lo veremos", se refería a esto. Está poniéndome a prueba y espera una reacción de mi parte, pero no se la daré.
Me cuestiono si es buena idea entrar como si nada y pretender que no me importa en absoluto. No sé si lo que voy a ver me dejará fuera de combate. Sólo espero mantenerme fuerte.

Abro la puerta de par en par. Kigari está cerca de Yuu y él le señala algo en una hoja, al parecer estaba explicando algo de la clase, no lo sé realmente. Él levanta la vista al oír mi llegada, entonces ella aprovecha y le planta un beso largo. Siento que me quedo sin aire y odio que él no haga nada para detenerla. Kigari sigue con sus labios moviéndose sobre los del pelinegro.

Yuu se la quita de encima lentamente, pero se ve aturdido.

Intento no expresar nada. Quiero bloquear todas estas emociones que me consumen violentamente, pero me doy cuenta que estoy parada en la puerta mirándolos como la idiota que soy. Cuando reacciono, digo: —Sólo vine por mis cosas.

No me sale la voz aguda. No me sale absolutamente nada, pero siento el huracán alzándose en mi interior, no voy a tardar mucho en desmoronarme.
Voy hacia mi mesa y tomo mi mochila. Siento las manos temblorosas pero no quiero ni verlas. Si me veo temblando voy a llorar, y no quiero armar una escena delante de la estúpida rubia que me mira atentamente esperando a que diga algo.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora