Capítulo 24

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Miro mi teléfono y camino alrededor de la habitación buscando algo que me calme; lo único que deseo en este momento es llamar a Yuu y contarle lo que está sucediendo, pedirle un consejo... Decirle que me ayude a enfrentar esto. Pero no puedo hacerlo, ya no puedo ser así de débil y necesitar apoyo para todo, son mis batallas y debo de pelear sola.

Sin embargo, no dudo en tomarme un calmante.
Me encamino hacia afuera y me quedo paralizada al ver a aquel hombre al final de las escaleras, como si estuviera esperando por mí. Está... bastante diferente de lo que recuerdo, incluso el cabello castaño me descoloca, pero esos ojos suyos son tan peculiares e idénticos a los de mis pesadillas, solo que ahora me miran con arrepentimiento.
Intento tomar con calma la situación e ignorar el temblor de mis manos.

—¿Tienes un momento, hija?

Me aferro a la barandilla y bajo un escalón. Me siento inestable, no sé cómo reaccionar.

—Pasaron doce años, arruinaste muchas vidas y huiste como un completo cobarde, ¿por qué debería darte un momento? —espeto y bajo un poco más. La voz me tiembla y se quiebra de a poco—. Te escucharé, pero nada de lo que digas o hagas hará que vuelvas a mi vida, Hideto, nada compensará los años que he vivido en este infierno.

Asiente, y solo cuando hace ese pequeño movimiento, tomo valor para bajar las escaleras y plantarme frente a él. Un escalofrío me recorre cuando veo que levanta la mano para posarla en mi hombro.

—¡No me toques!

Mi cuerpo actúa automáticamente y le aparto la mano de un golpe. Hideto no se queja, pero puedo ver algo parecido al dolor en sus ojos, y extrañamente eso no me gusta. Puedo jurar que he pensado en mil maneras de hacerle sufrir y pasar por lo peor, pero ahora que está frente a mí... ¿Por qué me siento tan mal al rechazar su contacto y lastimarlo?
Paso rápido hacia la cocina, donde elijo sentarme cerca de la puerta en caso de que algo malo suceda, y él entra detrás, acomodándose frente a mí. Escondo las manos bajo la mesa; apenas puedo soportar la sensación de sofoco y ansiedad que me provoca, y esta tensión en el ambiente... Mierda, debí haber tomado otro calmante.

—Mickaellie...

—Di lo que tengas que decir y márchate —interrumpo sin levantar la vista hacia él.

—Y-Yo... Lo que sucedió aquel día..., fue para salvarte, juro que todo fue por ti.

—Matas a una persona, ¿y tu única y patética excusa es que fue por mí? ¿Estás echándome la culpa?

Siento la mano de mi madre en mi hombro, pero no quiero que nadie me toque, así que se la retiro con toda la calma que soy capaz de reunir.

—Concede una oportunidad de explicarlo, ¿de acuerdo? —intenta conciliar ella.

—Cumplí la condena aquí y salí hace un año —continúa él, y sé que me está mirando, porque siento sus ojos en mí—. No he querido tener contacto, no mientras estaba ahí dentro, pero contaba los días... Esperaba salir para reencontrarme contigo y pedirte perdón. Sé que te arruiné la vida, pero si yo no te salvaba...

—¿De qué? —interrumpo su monólogo y la cabeza comienza a dolerme.

Esta vez levanto la vista y encuentro sus ojos negros. Una lágrima traza un camino por su mejilla derecha.

—Trata... de personas.

—¿Qué? —se me escapa una risa que lejos está de la gracia. Estoy perdiendo el control y no me importa—. Es una puta broma, ¿verdad? Doce años te fueron suficientes para planear algo así de absurdo; tienes suerte que mi madre sea tan estúpida como para creerte, jodido asesino.

Un suspiro y mil disparos | the GazettETahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon