Capítulo 12

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Es viernes y mi cuerpo lo sabe.
Me siento mucho mejor de lo que estuve hace apenas dos días atrás. Me dolían hasta las pestañas y estaba en esos momentos de la vida donde quiero ser un extraterrestre para no sufrir las consecuencias de los tan odiados días sangrientos. Lo extraño de esos días es que no me vuelvo una llorona con cambios de humor, sino más bien me agarra el rollo de la renegada social. Tú sabes, eso de odiar al mundo y mandar a todos al demonio.
Sin embargo, como no quería que se me notara el cambio de actitud mensual, intenté ser amable con los demás y me aguanté la semana completa a Ruki y Uruha intentando convencerme de ir a una mega fiesta de disfraces. Dije que no, porque en realidad no me apetecía, pero ahora que se me ha pasado un poco la locura, lo pensé bien.

Estoy en la biblioteca con ambos, después de clases, discutiendo el atuendo que usaré en la fiesta de disfraces del rey de las fiestas que está sentado frente a mí.

—Voy disfrazada de La Momia, chicos, está decidido —les digo mostrando mi mano izquierda—. Han pasado tres semanas y sigo sin poder sacarme esta mierda de la mano, así que será imposible quitarme las vendas para tu fiesta, Ruki.

—Has dicho la palabra mierda por décimo novena vez en el día —se queja Uruha—. ¿Qué te pasa?

—Nada que quieras saber —miro sin ganas el paquete vacío de Lay's que hay en la mesa—. ¿Y ustedes qué van a ponerse?

—Ruki y yo nos disfrazaremos de vampiros, Reita aún no nos ha dicho... Shiroyama dijo algo sobre un uniforme militar, pero no estoy seguro.

La imagen mental de ese hombre usando algo parecido a un traje militar debería estar prohibida aquí y en toda la galaxia. Imagino lo que sería tenerlo frente a mí vestido de aquella manera... ¿Voy a poder seguir ignorándolo como lo hice en todas estas semanas? Conozco tan bien la respuesta, que me da miedo no poder controlarme.
Hablando de ignorar, Yuu me ha llamado y dijo que ha intentado conseguirme un lugar en la agenda de su colega, y para mi suerte, el otro doctor se ha negado. Esa fue la única conversación que tuvimos después de mi accidente en el balcón.

—Eh, límpiate la baba, Mickaellie —Uruha utiliza su típico tono de burla.

—¿De qué hablas? Ya basta —protesto—. No sé de dónde sacas esas cosas.

—Es que simplemente lo nombré, y tú ya pusiste esa cara de chalada. Vaya uno a saber qué clase de pensamientos tienes.

—¡Kouyou! —exclama Ruki, clavándole el codo en las costillas—. ¿No te parece que ya la has machacado demasiado? Además, si le gusta no es de nuestra incumbencia. A ti te gusta Makoto y nadie está molestándote por ello.

—No me gusta —espeta Uruha, frunciendo demasiado el cejo—. Lo sabes, además es lesbiana.

—No es de mi incumbencia —repite el bajito virando los ojos.

—Takanori, mírame. No me gusta ella.

Ambos se miran y siento que por aquí hay alguna clase de tensión romántico-sexual no resuelta. No hay duda de que estos dos se gustan y comenzaron a sacar los trapitos de sus problemas conyugales al sol. Mejor me marcho antes de que comiencen a golpearse o algo peor. Ninguno se da cuenta que me he levantado, porque aún siguen retándose o besándose, aún no lo tengo claro, con la mirada.
Me despido de Kazuki, que está entre los estantes acomodando los libros y él me devuelve el saludo silenciosamente. Me escabullo en los pasillos, paso desapercibida por los que circulan en el edificio. Uruha, Ruki y Reita ya se han hecho un nombre dentro del instituto gracias a su banda, y la mayoría de la gente se me acerca sólo cuando ellos están conmigo. Es un alivio; sería extraño lidiar con una fama que no me pertenece.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now