Capítulo 20

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Solo hubo heridos.
En la televisión no hubo otro tema que el ataque al instituto, y la verdad es que me sentía enferma cada vez que me daba cuenta que todo eso había sido culpa mía. Alguien me había dado una advertencia hiriendo a terceros, lo cual me obliga a mantenerme alerta. No puedo arriesgarme a que vuelva a ocurrir algo así, no me perdonaría jamás si alguien muriera por mi culpa.

Todavía no comprendo bien qué pasó, pero le he enviado una foto del mensaje a Yuu y él dijo que lo sentía mucho. No hubo explicaciones acerca de la amenaza o el ataque, o de la supuesta oficina a la que debe ir... Ni quién quiere verme muerta y por qué.
Debería ir a la policía y denunciar, pero la simple idea de que le hagan algo a Yuu o a mis amigos como represalia me saca de quicio.

Las clases volvieron a la normalidad después de tres semanas, con todos ya recuperados, y con la custodia policial todo el día. La prensa ha dicho que la atacante podría ser una ex-alumna con problemas psiquiátricos, pero la información fue incomprobable porque, cómo no, la enviada se fugó.
Quienquiera que esté tras esto, parece ser una persona inteligente y poderosa, como si tuviera cada uno de sus golpes estudiados con precisión... Por lo que ahora debo ir con cuidado.

No he sabido mucho de Yuu luego del incidente. Ha faltado a las clases y Uruha dice que ha ido una sola vez al ensayo de la banda. Según él, se lo veía demacrado. Vaya uno a saber en qué cosa rara anda...

Voy a la cocina y escucho murmullos cuando paso por la pequeña oficina de mi madre. No me va la cosa de oír conversaciones ajenas, pero es inevitable seguir mi camino cuando escucho mi nombre.

—Mickaellie se rehúsa a volver a Francia. Sé que quieres verla, pero... —hace una pausa—. ¿No es conveniente decirle?... Está bien, saldré para el aeropuerto en una hora.

¿Aeropuerto?
Salgo apurada de la puerta porque oigo ruidos y no quiero que me descubra, así que me vuelvo a la sala y entierro la cara en los libros mientras me quemo las neuronas intentando descifrar la conversación.
Levanto la vista de mis apuntes cuando mi madre se aparece; merodea por ahí hasta que, al parecer, encuentra el valor suficiente para sentarse frente a mí. Sé que va a soltar alguna de sus locuras, pero la verdad no estoy de humor para volver a discutir. Hace unas semanas, luego del incidente en el instituto, me ha dicho que quiere volver a Francia, pero yo no quiero, y menos ahora que sé que tiene planes y no me los ha dicho. ¿Cosas a mis espaldas? Eso no me gusta nada.

—Mickaellie...

—Ahora no, mamá —murmuro.

—Cariño, lo pensé bien. Podemos volver a Francia, terminarías tus estudios allí, e incluso podrías conseguir una plaza en una buena universidad —me dice en un perfecto francés—. No tienes que estudiar aquí, ya viste lo inseguro que es ese instituto y...

—Mamá, por favor —interrumpo—. Ya hablamos de esto. No quiero irme, ni estudiar en otro lado. Vinimos a Japón por una razón importante para ambas, no hay necesidad de irnos.

—Pero pudiste haber...

—Pero no me sucedió nada —la corto—. A ver, ya te lo expliqué: No es que aparecerán locas intentando matar gente todos los días. ¿Puedes terminar con la paranoia y dejar que siga repasando mis apuntes, por favor? Tengo un examen importante esta semana.

Ni siquiera estoy segura de esas palabras. ¿Y qué si esa persona extraña vuelve a amenazarme o intentar matarme? Debería decirle a mi madre que alguien me ha enviado un mensaje para intimidarme, pero eso aumentará su paranoia y estoy segura que en un minuto tendría nuestras cosas listas para irnos del país.

Ella asiente y se va su cuarto, aunque vuelve un rato después con su maleta. Lo sabía, tiene planes y ha querido arrastrarme a ellos.

—Tengo que estar mañana mismo en Francia —murmura y no me mira—. Estás a tiempo de venir conmigo.

Un suspiro y mil disparos | the GazettEWhere stories live. Discover now