Capítulo 19

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Hace dos meses que no hablamos. Dos meses ignorándonos mutuamente, sin mirarnos, sin siquiera estar cerca uno del otro.

He dejado la terapia. Los días en que me toca ir al consultorio, voy a los ensayos de la banda de Ruki y Uruha. Algunas veces, cuando ellos me avisan que Yuu estará ahí, salgo simplemente a caminar y pasar el tiempo hasta la hora de volver a casa. No me gustaría que mi madre se diera cuenta de lo que estoy haciendo.
Los viernes en el instituto son una tortura; Uruha es el nexo entre Yuu y yo, es quien me informa de mis calificaciones o mis apuntes. Me cuesta horrores no levantar la mirada hacia ese endemoniado pelinegro que me ha roto el corazón, pero me siento orgullosa de mi fuerza de voluntad.

Ruki me observa sorprendido mientras descargo tres paquetes de Lay's en mi plato y hago que eso sea mi almuerzo mientras mantengo la cabeza internada en un libro, tomando apuntes.
Si te estás preguntando qué estoy haciendo, pues es justamente la tarea de literatura. Me rehusé tanto a completar ese dichoso cuestionario, que Shiroyama me ha puesto mala nota y ahora tengo que estudiar al máximo para levantar la calificación.

—¿Y eso es todo lo que vas a comer? —cuestiona Uruha.

—Sí. ¿Alguna objeción?

—Últimamente vives a patatas fritas y café, y luego entierras el rostro en los libros como si no hubiese otra cosa en la vida. Eso no está bien, Mickaellie. No duermes y te alimentas mal.

—¿Y tú cómo sabes que no duermo?

—Me envías mensajes a las cuatro de la mañana preguntando por la tarea —vira los ojos—. ¿Tan importante es para ti pasar la materia con nota perfecta?

Asiento. No quiero darle motivos a Yuu para que me obligue a recursar la materia. Necesito graduarme sin problemas... Saint Southland es mi destino y está varios kilómetros lejos de aquí, por lo que será un escape perfecto para comenzar otra vez.
Es por eso que me estoy esforzando al máximo en todo. Si escondo la cabeza dentro de mis libros en lo que resta del año, podré mantener mis pensamientos lejos de Yuu Shiroyama.

Aunque por ahora es obvio que no está funcionando.

Guardo mis cosas en cuanto termino de engullir las Lay's y me despido de los chicos. Cuando llego a mi casa, no hago otra cosa más que seguir metida en los libros hasta poner punto final a mi ensayo sobre Oscar Wilde y El Retrato de Dorian Gray. Ya es de noche y estoy que muero de sueño.
Busco el pijama en mi placard y se me cae una bolsa sin querer. Maldigo en el preciso instante en que la reconozco: Es el regalo de Yuu, la bolsa que juré no abrir hasta saber la verdad.

La devuelvo al fondo del placard y sé que algún día tendré que tirarla, pero por ahora no encuentro el valor suficiente para hacerlo.

Otra vez él en mis pensamientos.

Me torturo con la idea de llamarlo, pero no puedo hacerlo... Porque, ¿qué le diría? Estoy segura que no querrá ni atenderme y no estoy segura de poder escucharle. No debería querer alimentar este sentimiento enfermizo que tengo por él.
Tomo aire, lleno los pulmones y exhalo. Aquí estoy, sentada en mi cama, escuchando el tono del teléfono y echando todo mi orgullo al demonio.

—No, no hables —susurro cuando atiende la llamada—. Me siento patética haciendo esto, pero echo de menos todas y cada una de las veces que nos besamos. Sé que ambos estamos mal y... No lo sé, simplemente deberíamos dejar que el mundo se joda, solo seamos tú y yo.
»Joder, te quiero. No sé por qué te digo todo esto, pero te quiero con cada una de mis malditas células, y no lo soporto. No soporto que me ignores, que me hagas sentir tan miserable...

—¿Señorita Takarai? Lo siento, el señor Shiroyama está ocupado ahora y ha olvidado su teléfono en la sala.

La voz de Elizabeth suena lastimosa y triste del otro lado. ¿Se está compadeciendo de mí?

Un suspiro y mil disparos | the GazettEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora