Cap. 10 - Jugo de Luna

80 8 7
                                    

Narra: Gustavo

Cuando nuestra ropa empezaba a ser innecesaria, la fuimos quitando del cuerpo ajeno. Era nuestra primera vez haciendo algo parecido y era muy obvio que éramos inexpertos.

También teníamos que ser precavidos, sobre todo porque mi familia estaba abajo. Era una sensación de mucha adrenalina, el saber que nos podían ver o escuchar, por alguna razón, me llevaba a desear ese encuentro mucho más.

Suena re exagerado pero es la verdad. Y yo no soy alguien que haya explorado su sexualidad anteriormente. Siendo sincero si me había tocado, pero nunca fue más allá de eso.

Cuando ella estaba encima de mi, podía sentir su respiración temblorosa. Y claro, era totalmente válida su emoción.

- Gustavo... yo no... Eh tenido relaciones... anteriormente - Por su voz noté que estaba algo avergonzada o muy nerviosa.

- No te preocupes. Yo tampoco - Confesé riéndome levemente.

Ella asintió. Simplemente la besé, tampoco digo que fue un beso increíblemente lleno de lujuria, era un beso muy simple, que claro, se fue profundizando más nuevamente.

- ¿Si quieres o...? - Pregunté con algo de vergüenza, no quería verme como un necesitado. Pero en realidad, el bulto entre mis piernas me estaba delatando.

Ella río. Y asintió.

- Pero ¿Tenés condones? - Esa pregunta me hizo volver a la realidad, pero recordé algo. En una clase de biología, nos habían regalado unos cuantos condones. Entonces sí tenía.

- Tengo en la mochila. - Ambos miramos a la silla en la cuál estaba la mochila.

Le dije a Adriana que por favor se quitará de encima para sacar los condones. Imagínense, yo ahí parado, en ropa interior buscando los condones en la mochila y con una chica en mi cama, que también estaba en ropa interior, y que se supone que es mi amiga. Un quilombo total para quien nos viera.

Saqué los pequeños envoltorios y los mostré. Adriana sonrió y me dirigí hacía ella. Tomé algo más de confianza y mi instinto de cazador salio a la luz. Me acerque a ella como un león se acerca a su presa. Con la mirada fija en los ojos de Adriana. Ví como su respiración aumentaba conforme me acercaba al borde de la cama. Una vez en la cama me puse de rodillas y gateé hacia ella.

Cuando estuvimos frente a frente no esperé un segundo más y nos besamos. Ahora el beso si demostraba nuestro deseo mutuo.  Hice que Adriana se acostara totalmente en la cama. Mi boca fue dejando varios besos a lo largo del cuerpo de ella, mientras Adriana soltaba varios suspiros que me volvían loco.

La poca ropa que Adriana tenía, la fui quitando poco a poco, siempre procurando que Adriana se sintiera cómoda y segura conmigo. Que era lo que más me importaba.

Quité mi ropa interior para abrir un condón y colocármelo. Ella miraba con atención cada uno de mis movimientos, y me ponía bastante nervioso. Pero, lo disimulaba, o eso creí.

Nuestros cuerpos se encontraron y sentí su calor envolverme. A lo largo que nosotros nos acostumbramos a nuestras propias formas, fuimos aumentando nuestros movimientos. Los besos, esos nunca hicieron falta. Fueron nuestros más grandes compañeros. Utilizamos cada uno de nuestros sentidos, tacto, olfato, oído, sabor. Cada uno de ellos los pusimos a prueba. Se sentía bastante extraño a decir verdad. Pero, a la vez, era como estar en el cielo. Siempre buscabas más y más. Era como una droga infinita.

Llegamos juntos a nuestro clímax, y espero que haya sido suficientemente bueno para ella. Porque para mí lo fue. Espero y se repita pronto.

No me sirven las palabras, gemir es mejor.

Ni Adriana ni yo, dijimos palabra alguna. Simplemente nos quedamos bajo las sábanas. Obviamente teníamos que bajar con mi familia, pero antes, teníamos que eliminar toda la evidencia de nuestro acto. Sino, quedarían "Los Signos de los Prófugos" porque claro, buscábamos huir, como un par de prófugos y bueno los signos, pues eran nuestro mapa, por así decirlo. Era cada cosa que hicimos en mi cama. Era cada, acción, cada palabra, cada toque, cada suspiro, cada gota de sudor, cada rasguño, cada gesto en nuestro rostro. Esos eran los Signos de los Prófugos.

Era como, "El cuerpo del delito". En otras palabras.

[...]

Al terminar la pequeña convivencia que tuvimos con mi familia, la cual fue muy incómoda, tanto para mí, cómo para ella. Sentía que mi familia sabía lo que habíamos hecho.

La fui a dejar a su casa, obviamente, en el camino hablamos con normalidad, cómo si no hubiéramos cometido ese acto tan pasional que habíamos hecho. Hablamos de muchas cosas, e incluso de como ese mismo día nuestra sexualidad ya estaba oficialmente explorada.

- Y bueno.... eh... Adriana - Capté la atención de la ya mencionada.

- Sí, decime. - Adriana me miró y pareció pensativa.

- Mira, sé que no llevamos mucho tiempo de conocernos. Pero, realmente me siento muy feliz con vos y quisiera que siguiera así por mucho tiempo más. Por eso mismo, siento que tenemos una conexión, y sí sé que eso suena muy cliché. Pero, es lo que siento y, siendo totalmente sincero, vos me gustas mucho. - Su mirada permanecía atenta, mientras caminábamos por esas calles. - Y... La pregunta ahora es - Reí un poco ante el nerviosismo. - ¿Puedo ser tu novio? - Mis palabras parecían que no saldrían jamás. Ella no respondió y se quedó parada en medio de la calle. Al principio pensé que me diría que no, pero ella saltó a mis brazos y me dio un largo beso.

- Claro que podés ser mi novio. Vos también me gustas. - Me dijo una vez que el beso se había terminado.

Yo me sentía increíblemente feliz. Me sentía completo finalmente. Nos tomamos de la mano, aunque si fue demasiado pronto eso creo. Pero realmente estaba muy emocionado.

Seguimos hablando hasta que finalmente llegamos a su casa y nos despedimos con un beso, que aunque fue rápido, disfrute mucho. Creo que iba a comenzar a contar cada uno de sus besos.

- Nos vemos, Gus. - Adriana me mandó un beso desde el marco de la puerta. El cual yo atrapé en el aire. Fue bastante bobo, me sentía como en una de esas películas románticas que detesto.

- Chau, Adri - Me despedí con una inmensa sonrisa que parecía que no se me iría en días.

El camino a mi casa estaba básicamente repleto de ella. Me quedaba pensando en ella, porque me sentía muy feliz, ya lo repetí como unas cinco veces. Pero no lo puedo evitar.

𝕃𝕠𝕤 𝕤𝕚𝕘𝕟𝕠𝕤 𝕕𝕖 𝕝𝕠𝕤 𝕡𝕣ó𝕗𝕦𝕘𝕠𝕤 Where stories live. Discover now