Cap. 26 - En el séptimo día.

51 5 8
                                    

Adriana

Cuando Gustavo entró a la casa, nos saludamos con un abrazo, que fue diferente a los demás que nos habíamos dado.

Diferente en el aspecto que era más un abrazo necesitado de esa atención o, de esa misma acción. Necesitábamos ese abrazo y ambos lo sabíamos y lo demostramos.

- ¿Cómo andas? - Preguntó Gustavo. Yo ladeé mi cabeza de un lado a otro. En señal de "más o menos".

- Bah, no sé. Creo que ¿bien? - Reí y el me sonrió. - ¿Querés algo para comer? - Él negó.

- No, no, estoy bien, gracias. - Asentí, estábamos frente a frente aún parados cerca de la puerta. Él tenía sus manos en los bolsillos, sus rulos desacomodados que se asomaban por un sombrero plano color oscuro. Su camisa blanca con pequeños cruces de color negro de alguna manera lo hacía ver más atractivo, también su pantalón de vestir negro.

- Bueno, mejor sentate. - Dije una vez de terminar de comermelo con la mirada.

Asintió, me rodeó y se dirigió al sillón para sentarse. Cuando vi que se sentó, fuí a la cocina por un vaso de agua para ofrecerle.

- Te traje un vaso de agua. - Susurré y él me dio las gracias.

Me senté a su lado. Gustavo seguía con la mirada cada uno de mis movimientos. No voy a negar que me puse muy nerviosa. Lo miré al sentir sus ojos en mí y me sonrió divertido.

- ¿Qué? - Pregunté aguantando la risa.

- No, nada. - Escondió su sonrisa.

- ¿Para que querías que viniera? - Habló por fin Gustavo y yo suspiré.

- Mañana me voy a Chile. - Solté de repente. Su rostro cambió completamente.

Ninguno dijo nada. Era muy obvio que no sabíamos que responder.

-¿Y dónde están tu hermano y tú mamá? - Preguntó jugueteando con sus manos.

- Fueron al aeropuerto a comprar los boletos, o eso me dijeron hace rato. - Gustavo asintió en silencio. Giré mi cuerpo quedando totalmente frente a él. Gustavo estaba mirando sus manos y yo lo estaba mirando a él. Tenía que aprovechar el mayor tiempo posible para recordar cada parte de él. Y así, tenerlo siempre en mi memoria.

Gus volteó su cabeza para verme. No me dijo nada, pero pude notar que sus ojos querían decirme algo.

Él copió mi posición y quedamos frente a frente en el sillón.

- ¿Te vas a ir ya? - Pregunté en voz baja.

- ¿Vos querés que me vaya? - Imitó mi tono.

- No. - Susurré y no pude evitar mirar cada parte de su rostro. Sus ojos, su pelo, su nariz, sus labios que me moría por besar una última vez.

Gustavo hizo lo mismo, me escaneó con su mirada. Y colocó una de sus manos en mi pierna. Dando suaves caricias con las yemas de sus dedos.

Yo coloqué mi mano sobre la suya y dí las mismas caricias. Nuestros ojos estaban fijos en los del otro.

- Me muero por besarte. - Susurró Gustavo y yo sonreí.

𝕃𝕠𝕤 𝕤𝕚𝕘𝕟𝕠𝕤 𝕕𝕖 𝕝𝕠𝕤 𝕡𝕣ó𝕗𝕦𝕘𝕠𝕤 Where stories live. Discover now