Capítulo 7: Otra forma de fuego (1ª parte)

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Suke se despertó sobresaltado.

—¡Oh, mierda! —masculló llevándose las manos a la cabeza mientras intentaba por todos los medios recuperar la respiración. No había sido una pesadilla. No, no había sido un sueño ordinario pero, desde luego, no había sido una pesadilla. Y eso era lo preocupante.

Eso y la mancha oscura que teñía la entrepierna de su pantalón de pijama.

—Joder, joder, joder —exclamó levantándose de la cama. Eso era lo que le faltaba, como su vida no fuera ya lo bastante complicada—. Solo ha sido un sueño —se dijo—. Una broma de tu subconsciente que… —No esa excusa era todavía peor. Mejor no darle vueltas. Solo había sido un sueño: una asociación de recuerdos y sensaciones transformadas. Había resucitado aquella tarde en el lago de una forma muy diferente a cómo había sucedido en realidad, pero ya hacía más de un mes de aquello. ¿Por qué seguía tan vívido en su memoria? ¿Por qué seguía despertando en él ese tipo de reacciones?

Por supuesto, sabía la respuesta, pero decirlo en voz alta sería como reconocerlo y aún no estaba preparado para eso.

—¡Suke! —gritó Kobe abriendo la puerta de golpe, sin duda, alertado por sus gritos.

Suke dio un respingo, sobresaltado por la aparición del capitán. Pero la sorpresa pronto dejó espacio a la vergüenza y el rubor se extendió hasta la punta de sus orejas cuando se dio cuenta de que era imposible que no se hubiera percatado de la incómoda mancha de su pijama. En aquel momento habría dado cualquier cosa por que la tierra se lo tragara.

—Oh… yo… Lo siento. Te he oído gritar y pensaba que habrías tenido otro… incidente.

—No he quemado nada —gruñó Suke. Al menos, no había sido un incidente peligroso.

—Has… bueno… Son cosas de la edad y… —Kobe no sabía muy bien cómo continuar la frase. Se veía a leguas que él también estaba abochornado por la situación—. No hay nada de lo que avergonzarse es… normal.

—Ahora mismo me quiero morir —sentenció el joven con cara de pocos amigos.

—Ya… bueno… Date una ducha y luego si eso… hablamos. Si quieres, claro.

—Oh, te aseguro que no quiero hablar en absoluto —dijo mientras se metía en el baño y cerraba la puerta tras de sí.

Sí, sabía que a su edad los chicos tenían esos percances. Era normal y, de alguna forma, lo extraño era que no le hubiera pasado antes. Pero antes, la simple idea de que alguien le tocara le hacía reprimir un grito. Más de una vez había llegado a pensar que su pasado le había roto y que no podría nunca sentir ningún tipo de atracción. ¿Qué había cambiado? ¿Por qué ahora era diferente? ¿Por qué cuando pensaba en…? No, no podía decirlo en voz alta. No podía ni pronunciar su nombre mentalmente porque su nombre evocaba al sueño y el sueño despertaba de nuevo todo ese cúmulo de sensaciones que…

—¡Joder! —gruñó de nuevo al notar la reacción de su cuerpo.

Suke arrojó de malos modos el pantalón del pijama a una esquina y se metió en la bañera. Abrió el grifo de agua caliente pero no esperó a que esta se calentara. Centenares de gotas frías se clavaron en su espalda como dardos de acero, pero no le importó. En ese momento, lo necesitaba.

Bajo el chorro de agua, intentó poner en orden sus pensamientos y dar perspectiva a lo que acababa de suceder.

—Una broma del subconsciente, nada más —se dijo. Y hasta cierto punto tenía sentido. Pero cómo podía justificar la reacción fisiológica. Porque… si de verdad fuera lo que parecía, estaría mal, ¿no?—. Al menos sé que nunca se hará realidad —se consoló. Aunque no sabía hasta qué punto sus palabras eran un consuelo o lo contrario. Fuera como fuera, empezó a sentir una opresión en el pecho que le impedía respirar con normalidad. Dolía, dolía mucho.

Bajó a desayunar con la cabeza mojada y el corazón encogido.

—¿Estás bien? —preguntó Kobe dejando el periódico que estaba leyendo. Suke asintió con la cabeza pero no dijo nada—. ¿Sabes? No tienes de qué avergonzarte. Es… natural. Tampoco creo que sea la primera vez que te sucede, ¿no?

—No... tengo ganas de hablar del tema —dijo, cogiendo un pedazo de pan aunque sabía que no se lo iba a comer. Claro que no era la primera vez, tenía casi dieciséis años. Pero esa vez había sido diferente a todas; esa vez el sueño no se había disipado con la luz de la mañana. Esa vez había sido capaz de ponerle un nombre.

—Son cosas que pasan —continuó Kobe—. Los chicos piensan en las chicas y… sucede. Es la forma que tiene tu cuerpo de decirte que ya está preparado.

—Los chicos piensan en las chicas y sucede, ¿no? —repitió Suke con una mueca, mientras sentía que su corazón encogía aún más—. ¿Y qué hay si…? —Agachó la cabeza incapaz de terminar la pregunta.

—Vale, puede que no sea objetivo porque soy tu padre. ¡Espera! ¡No soy tu padre! —bromeó—. Entonces puedo ser objetivo. Creo que eres un chico guapo, Suke —dijo—. Si no has tenido novia antes es porque no te has interesado en ninguna chica. Si fueras un poco más sociable… —dijo con retintín— tendrías a cualquier chica que te propusieras. Y llegado el momento, deberías ser capaz de actuar como un caballero y tratarla con respeto —dijo con voz seria. De repente se había acordado que tenía que ejercer de padre.

Suke se obligó a sonreír, pero perdió la vista en su plato de desayuno.

—Cualquier chica, ¿eh? —repitió.

—Acábate eso —le apremió su padre adoptivo—. Pazme llegará en cualquier momento.

Suke asintió y se forzó a terminarse el desayuno. Tampoco tenía sentido devanarse los sesos por un sueño. Porque en definitiva, eso era lo único que había sucedido. Un sueño. Nada más. Terminaría el desayuno y subiría al coche de la marquesa para ir al instituto exactamente como había hecho cada día del último mes. Sus vecinos se habían convertido en una parte importante de su vida. Por primera vez, tenía amigos.

«Quizá es eso…»

Desde que había dejado atrás su pasado, solo había estado Kobe y, en menor medida, la señora Iserins. Su familia, su mundo, era un grupo pequeño y cerrado que había protegido a cal y canto ante todo y todos lo que lo rodeaban. Pero Reyja se había empeñado en entrar en él no importara cómo, y ahora, se había convertido en una parte importante. Claro que había más gente, con la influencia de su nuevo amigo, Suke había comenzado a abrirse un poco a los demás, pero en ninguno confiaba como lo hacía en él. En realidad, aunque ahora fuera más sociable, su mundo seguía siendo bastante pequeño.

«Tal vez… solo tenga que agrandarlo».

El Alma en LlamasWhere stories live. Discover now