Capítulo 13: Un nuevo amanecer (1ª parte)

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La noche transcurrió sin incidentes. Reyja apenas había conciliado el sueño preocupado por todas las novedades que ocupaban su mente y las que le deparaban para el nuevo día que comenzaba. Suke tampoco había dormido mucho. Había cerrado los ojos y, en ocasiones, la respiración pesada le indicaba que ya había conseguido dormirse pero no eran más de unos segundos, apenas minutos, que un gesto le hacía revolverse de dolor, como si le hubieran pinchado con una aguja. En esos momentos, Reyja le invitaba a apoyarse de nuevo y acariciaba su cabeza hasta que Suke se quedaba dormido de nuevo. Se apoyaba en la mejilla sana así que lo que él veía era toda la amalgama de colores que iban desde el verde pálido al negro oscuro, pasando por diferentes gradaciones de púrpura y azul. El ojo todavía se había inflado más y ahora apenas podría abrirlo. Al menos, ya no sangraba.

Pero no eran los golpes en el rostro de su amigo los que el inquietaban. Sabía que ese tipo de heridas se curarían con el tiempo y no le dejarían más que una cicatriz en la ceja. Pero los cardenales en el costado, la forma en la que Suke saltaba cada vez que le rozaba en esa zona... No había duda, como mínimo tenía una costilla rota y eso podía ser grave.

Suke se agitó inquieto, una vez más, pero en esta ocasión no se despertó, quizá, finalmente, había conseguido conciliar un sueño profundo. Reyja se mordió el labio inferior y contuvo la respiración. Pasó la mano por detrás del cuello de su amigo, buscando el cierre de la cadena que pendía a su alrededor. Lo localizó a palpo, y lo abrió. Después, con sumo cuidado, tiró de ella hasta quitársela por completo. Suke se revolvió un poco, pero siguió durmiendo. Reyja contempló en su mano el anillo que tenía el poder de privarle de la voluntad. Recordaba la advertencia de Retto y sabía que el no devolverlo significaría su muerte. No era tan tonto como para no imaginarse lo que había en juego. También sabía que solo se trataba de esperar, de confiar en que el príncipe Byro les sacara de esa. Pero eso significaba confiar en que Vaio no les fallara, confiar en que el príncipe quisiera ayudarles y confiar en que llegaran a tiempo. Era confiar en demasiadas cosas y él no podía arriesgarse. No haría daño a Suke, él no. Ni a Valenda, ni a Pazme. No sería marioneta de nadie nunca más.

—Lo siento —murmuró en voz baja. Era consciente del dolor que ocasionaría a su amigo. Pero, aunque le costara admitirlo, no era lo suficientemente fuerte como para volver a pasar por ello. No podía. Maldijo en silencio su debilidad, mientras derramaba lágrimas amargas que nadie vería—. Maldito enano... —dijo, mientras contemplaba el cuerpo menudo de Suke y sentía despertar en su interior la cálida sensación, ahora acompañada de cierto sentimiento de frustración y dolor—. ¿Qué me has hecho?

El sonido de las llaves en la puerta le sacó de su ensoñación. Dio unos golpecitos a Suke instándole a despertar, mientras aprovechaba la oportunidad para esconder el anillo detrás del armario. No era un gran escondite, pero sabría cómo hacer que no buscaran allí.

Suke se despertó, aturdido, miró a su alrededor como si no supiera donde estaba y algo debió pasar por su cabeza que se encendió como la grana. Reyja le contempló con curiosidad, ¿qué le había pasado? Pero en ese momento la puerta se abrió y todas las cosas que había entre ellos quedaron relegadas a un segundo plano cuando el enorme vincio de tierra irrumpió en el pequeño estudio.

—Quieren veros abajo —anunció y, extendiendo una mano, indicó el camino que debían seguir.

Suke le miró de reojo y miró la ventana como si esperara que Vaio se apareciera en cualquier momento. Reyja intentó tranquilizarle con una sonrisa, el joven todavía no se había dado cuenta de que no llevaba el anillo alrededor del cuello.

—¿Puedo llevarme la manta? —preguntó—. Tengo mucho frío.

Ese comentario le preocupó, Suke estaba apenas a unos centímetros de él y el calor que emitía era evidente. A pesar de eso, esperó la aprobación del vincio para pasarle la manta.

El Alma en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora